lunes, 28 de octubre de 2013

VUELO 937 Capítulo 13



-John.-empecé a decir mirándolo a los ojos. Podía notar cómo me temblaba la voz y apenas era consciente de lo que decía de tan nerviosa como estaba: había llegado el momento de las revelaciones, el momento de decir la verdad.-Verás, cariño, yo… Cuando te he dicho eso de que a lo mejor no soy la persona que crees que soy me refería a que no sabes todo sobre mí.

-¿Qué estás intentando decirme con eso?

Lo miré a los ojos y suspiré antes de contestar.

-Quiero decir que te he ocultado algo muy importante. Verás, tú no sabes cómo llegué hasta aquí ni tampoco sabes de dónde vengo.

-¿Cómo que no sé de dónde vienes?-se extrañó él.-Explícate, Bri. ¿Acaso no vienes de España?

-Sí, claro que vengo de allí. No es eso…

-¿Y entonces? ¿Huiste de allí por alguna cosa?

-No.-me apresuré a contestar mirándolo a los ojos. No pude evitar sonreír amargamente al imaginarme las cosas que estarían pasando por su inquieta mente en aquellos momentos.-No hui de nada. Bueno, sí, vine aquí huyendo de la falta de empleo, pero eso ya lo sabes.

-Pues no entiendo qué es lo que me estás queriendo decir, Bri.-dijo él confuso.

-Es muy fácil, John. Es muy fácil aunque parezca de locos.-dije antes de inspirar profundamente.-Lo que intento decirte es que yo no debería estar aquí ahora. Debería estar aquí en Londres, sí, pero no en estos momentos.

La mirada de estupefacción que me dedicó John, quien obviamente no entendía nada de todo aquello, me hizo ver que si no le hablaba claro jamás podría saber a qué me refería. Pero, no obstante, no tenía ni la más remota idea de cómo debía decirle aquello.

-John…-suspiré mirándolo a los ojos mortalmente seria. Tal vez eso ayudara a darle credibilidad a mi historia.-¿Sabes la fecha de mi nacimiento?

Él se quedó mirándome aún más extrañado que antes aunque, no obstante, respondió.

-Claro. El 9 de abril de 1941.

-Te equivocas.

-¿Cómo? Bri, sé que tu cumpleaños es el 9 de abril y que tienes un año menos que yo, así que…

-Mi cumpleaños es el 9 de abril, sí.-le di la razón.-Pero… No nací en 1941 aunque efectivamente ahora tenga 26 años. Escúchame bien, John: nací el 9 de abril, pero de 1987.

Un silencio sepulcral se hizo entre los dos cuando solté aquel bombazo. Miré a John. Estaba exactamente en la misma postura que antes, sin reaccionar. Se mantuvo así durante unos segundos y, después, negó lentamente con la cabeza.

-Cariño…-rompió el silencio con un hilillo de voz.-¿Estás… estás bien?

Solté un bufido exasperada. Obviamente no esperaba que reaccionara como si tal cosa, pero tampoco me gustaba que me preguntara aquello, como si de repente se me hubieran cruzado los cables.

-Por supuesto que estoy bien.-le contesté intentando no sonar airada.-Es cierto, John. No soy de esta época. No sé cómo acabé aquí, lo único que sé es que pillé un avión para Londres en el 2013 y acabé aterrizando en 1967.

John me dedicó una mirada con los ojos muy abiertos y, de repente, estalló en una sonora carcajada.

-Vale, Bri, está bien. Ahora lo entiendo todo.-rió.-Esto es una bromita de las tuyas, ¿verdad?

-No.-dije seria como pocas veces lo había estado ante él.-No es una broma, John. Lo que te estoy diciendo es la pura verdad.

John empezó a reír nuevamente. Aquello me exasperó tanto que tuve que hacer un verdadero esfuerzo para no ponerme a llorar allí mismo de pura desesperación. Estaba claro que no se estaba creyendo ni una palabra de lo que le estaba diciendo.

-Ya, Bri…-me dijo divertido.-¿Entonces eres una chica del futuro? Pues ya que vienes de tan lejos tal vez me podrías aclarar unas dudas… Este sábado juegan los dos equipos de Liverpool contra los dos de Manchester. Los scouser saldremos bien parados, ¿no?

-¿Quieres hacer el favor de no decir tonterías?-pregunté a la desesperada. Aquello hizo que él cambiara su expresión divertida por otra seria.-¡No estoy bromeando! ¡Es verdad!

-Bri… ¿te has metido algo?

Aquella pregunta me enfureció aún más de lo que estaba, así que le dediqué una mirada de profunda ira.

-No. No me he metido nada.-dije con determinación.-No te miento. Créeme.

-¿Creerte?-preguntó soltando una risita incrédula.-Bri, eso que estás contando es imposible. Imposible, ¿me entiendes? ¿Cómo quieres que te crea? Mira, si esto es una broma, te aseguro que ya…

-¿Cuántas veces te tengo que decir que no es ninguna broma?-casi exclamé yo.-John, es cierto, sólo quiero que sepas la verdad sobre mí.

-Venga ya, Bri, para con esto de una vez.-dijo empezando a enfadarse.

Lo miré bien. Sabía que de un momento a otro iba a ponerse furioso de verdad en uno de sus arrebatos de mal humor.

-Puedo demostrártelo si eso es lo que quieres.-dije más calmada con un hilillo de voz. Lo último que quería en aquellos momentos era enfurecerle. Y es que, cuando John se enfadaba no era capaz de atender a razones y, entonces, si que tendría la batalla completamente perdida.

-¿Y qué vas a hacer para demostrármelo? ¿Decirme lo que va a pasar?-preguntó escéptico.

-Por ejemplo.-contesté.

-Vamos, sorpréndeme.-dijo apoyando su espalda en el respaldo de la silla en una actitud prepotente que a mí me puso de los nervios.-¿Qué va a pasar con… yo qué sé… Vietnam?

-Los estadounidenses sufrirán una derrota vergonzosa, ¿contento?

-¿Cuándo?

-Principios de los 70. 72 ó 73, no me acuerdo muy bien.

-¿Y tengo que esperarme cinco o seis años para comprobarlo?-preguntó con ironía.-¿Va a pasar algo pronto?

-No soy ninguna enciclopedia, John.-le contesté enfadada.-No sé qué mierdas ha pasado durante todos los días de la historia a excepción de los hechos conocidos.

-Ya… Claro. ¿Y cómo me lo vas a demostrar? Por cierto… ¿seguimos siendo famosos en el siglo XXI?

-Tú deberías creerme.-mascullé.-Y por lo que preguntas, la respuesta es sí. Seguiréis siendo famosos en el siglo XXI, y mucho.

-Bri… te he dicho que pares con la bromita ya, ¿vale? Esto ya ha dejado de tener gracia hace un buen rato.

-Y yo te he dicho que esto no es ninguna broma.-le dije enfadada.

-Vale, bien.-sonrió él sarcástico inclinándose hacia mí de nuevo.-¿Sabes? Ayer escribí una canción, la escribí de tirón y tengo la sensación de que es buena y que puede pegar fuerte. Nadie sabe de ella. De hecho, iba a mostrártela hoy mismo a ti, que ibas a ser la primera en escucharla. Me dices que seguiremos siendo famosos en tu época, ¿no? Pues si es así, tal vez tú podrías decirme qué canción es ésa.

Tragué saliva, asustada. Yo jamás había sido una fan acérrima de The Beatles y no sabía apenas nada de ellos.

-¿Cómo quieres que sepa qué canción escribiste justo ayer? Has escrito decenas.

-Hagamos una cosa: te diré un fragmento y tú me dices si te suena de algo.-dijo él sonriendo de manera burlona: era evidente que se estaba tomando aquello como un juego. Entonces, antes de que yo pudiera ni siquiera replicarle nada, empezó a canturrear:- Pools of sorrow, waves of joy, are drifting to my open mind, possessing and caressing me…

Cuando lo escuché, sentí como una especie de descarga eléctrica de pura emoción me recorría la espalda. Conocía aquella canción; y tanto que la conocía. John tenía razón: iba a pegar tan fuerte que hasta alguien como yo, muchos años después, iba a ser capaz de identificarla sin ningún problema. No pude evitar sonreír antes de murmurar:

-Jai guru deva om. Nothing’s gonna change my world, nothing’s gonna change my world…-acabé de canturrear yo.- Pegará fuerte, John, Across the Universe será una de vuestras canciones más conocidas.

Miré como John se quedaba literalmente con la boca abierta por la impresión. Ya no había ni rastro de su sonrisilla sarcástica y me miraba completamente alucinado, pálido como nunca antes lo había visto.

-Joder… Es cierto…-susurró él.-¿Qué… qué quieres de mí?

-Nada.-me apresuré a contestar.-John, no quiero nada de ti. De hecho ni siquiera sé muy bien cómo he llegado hasta aquí, pero aquí me tienes… Después te conocí y el resto de la historia ya lo sabes.

-¿Seguro que no…?-preguntó asustado.

-Cariño, mírame: soy yo, soy la misma Bri que hasta hace nada ha estado aquí contigo. –intenté tranquilizarlo.-Soy la misma Bri que te quiere más que a nada en el mundo. Por supuesto que no quiero nada de ti más que estar a tu lado.

Me miró durante unos instantes y después negó con la cabeza. A continuación, me dedicó una sonrisa, más tranquilo.

-Joder… Esto es de locos, pero te creo.-sonrió él.-Y tanto que te creo… Esto es alucinante. Y ahora… Cuéntame cómo coño fue todo.

Y entonces, empecé a narrarle mi historia desde el principio, desde que había subido a aquel avión y me había bajado en uno distinto, en una época también distinta a la mía. Le conté también la extraña aparición de los vigilantes y todo lo que me habían contado, sin omitir ningún detalle. Y mientras, John escuchaba atento, sin perder detalle, absorto, alucinado y emocionado casi a partes iguales. Ahora sí que sabía todo sobre mí y aquello, sin lugar a dudas, me hacía sentir enormemente bien.

Across the Universe me acababa de salvar la vida.

******************************************

Jueves, 9 de abril de 1987
Londres

Entré, junto con Julie, en el comedor otra vez. Ya llevábamos fuera bastante rato y debíamos volver con los demás. Y es que, aunque tuviera unas inmensas ganas de evadirme de todo y de todos, era plenamente consciente de que no podía desaparecerme como si tal cosa: nadie de los que estaban allí dentro, ni mi familia ni mis amigos, merecían eso.

Lo que más me llamó la atención cuando entramos mi hija y yo fue el inmenso silencio que reinaba allí. Era curioso: la estancia estaba llena de gente y, sin embargo, nadie osaba a decir ni una mísera palabra. Cuando notaron nuestra presencia, todos se volvieron hacia nosotras. Tanto Julie como yo nos limitamos a lanzarles una media sonrisa, forzada, por supuesto, a modo de saludo antes de sentarnos de nuevo en los mismos lugares que habíamos estado ocupando hasta que habíamos salido al porche a tomar el aire.

-¿Cómo estás?-murmuró John cuando me senté a su lado.

-Bien.-mentí yo casi en un susurro.

Él me lanzó una mirada penetrante. Era obvio que ese “bien” era una de las mentiras más burdas y evidentes que había soltado en toda mi vida. No obstante, John no dijo nada; simplemente se dedicó a soltar un suspiro por lo bajo, entre la resignación y la tristeza.

El silencio más absoluto volvió a apoderarse de la estancia y todos quedaron pensativos, quietos. Sólo Matt, que estaba sentado justo a mi lado inclinó su cabeza contra mi pecho y se apoyó en mí, buscando mi contacto. Haciendo un colosal esfuerzo por contener mis lágrimas, esbocé una media sonrisa y empecé a acariciarle lentamente el pelo a mi hijo pequeño.

-Qué escena más tierna…-murmuró Greg en un tonillo sarcástico que hizo que todos nos lo quedáramos mirando.-Lástima que en un rato ya no…

Antes incluso de que pudiera terminar de pronunciar la frase y de que nadie de los que estábamos allí reaccionáramos, Alex saltó de su silla hecho una fiera y se plantó justo delante del vigilante. Sus ojos chispeaban de pura rabia: jamás había visto a mi hijo tan furioso en toda su vida.

-¡¿Dentro de un rato qué, cabrón?!-siseó.

Greg se lo quedó mirando con una extraña mezcla de sorpresa y miedo. No obstante, pronto recobró su petulante sonrisilla de psicótico.

-¿Hace falta que te vuelva a repetir lo que ocurrirá dentro de un rato, muchacho?-preguntó desafiante.

Alex soltó un bufido de pura rabia.

-Vuelve a decir una palabra más y te mato aquí mismo.-dijo al fin casi escupiéndole las palabras en la cara.

-Otro ignorante, como su padre…-rió Greg.

John hizo ademán de levantarse de su sitio para intervenir en aquella discusión. No obstante, lo evité en el último momento agarrándole fuertemente del brazo: no quería presenciar de nuevo una pelea en mi casa, no en esos momentos. Él me lanzó una mirada, interrogante.

-Ya está bien.-dije con determinación.-Dejadlo estar. Todos.

Alex se volvió hacia mí, confuso.

-Pero mamá… Este inútil ha…

-Alex, cariño, siéntate, por favor-suspiré.-Hazlo por mí.

No obstante, mi hijo no obedeció; simplemente se me quedó mirando como si no entendiera por qué le estaba pidiendo aquello sin moverse ni un ápice del sitio en donde estaba.

-Vamos, Al, tío.-murmuró Ayrton poniéndose en pie y dirigiéndose hacia él. Era la primera vez que uno de los hijos de Ringo y Anna abría la boca desde que Greg había llegado a casa.-Será mejor que te sientes.

Alex obedeció a la petición de su amigo, aunque no dejó de mirarme ni un solo segundo.

-Sólo espero que esté imbécil no vuelva a abrir la boca en toda la noche.-refunfuñó entre dientes cuando se sentó lanzándole una mirada de reojo a Greg.

Iba a volverle a insistir en que se tranquilizara cuando, de repente, noté un inmenso dolor en la sien y en el pecho. Era una punzada aguda, como si alguien me estuviera acuchillando desde dentro, una punzada tan fuerte que impedía que el aire pudiera llegar a mis pulmones con normalidad. No fui capaz de reprimir un grito ahogado antes de dejarme caer sobre el respaldo del sofá, aturdida, sin poder respirar apenas.

-¡Bri!-gritó John a mi lado mientras se abalanzaba sobre mí.-¡¿Qué te pasa?!

No pude contestar: la falta de oxígeno y el intenso dolor me impedían hacerlo. Lo único que pude hacer fue lanzarle una mirada, asustada.

Justo en ese momento, el teléfono de casa sonó. Aún pude distinguir a Greg levantándose de su sillón y dirigiéndose hacia el mueble del teléfono para responder. Mientras, los demás, asustados, se agolpaban a mi alrededor, sin saber ni qué hacer ni qué decir.

El dolor empezó a remitir unos segundos después. Pude notar como de nuevo el aire inundaba mis pulmones. Inspiré violentamente, agradecida. Detrás de nosotros, escuché como alguien colgaba el auricular del teléfono con fuerza.

-Dios mío, Bri…-suspiró John aún asustado mientras me pasaba la mano por la cara.-¿Qué te ha pasado?

-No... no lo sé.-balbuceé.

-Yo sí lo sé.-nos interrumpió Greg con contundencia apareciendo delante de nosotros.-Acaban de llamarme. Tu madre acaba de ingresar en el hospital. El proceso ha empezado.

***************************************

-Así que no sabes lo que ocurrirá en el 87…-susurró John.

Le lancé una mirada y sonreí de manera tranquilizadora. El pobre parecía asustado. Tal vez hubiera tenido que omitir aquel detalle de mi historia… No obstante,  quería que lo supiera todo, absolutamente todo, y en aquellos momentos lo sabía.

-No, no lo sé.-contesté al cabo de unos segundos.-Jamás se ha dado un caso como el mío y… No tengo ni idea.

-¿Y si…?

-No creo.-le interrumpí yo pasándole la mano por la cara en un gesto que trataba calmarle.-¿Sabes? Aún falta mucho tiempo para que llegue ese momento y…  Supongo que los vigilantes encontrarán una solución a todo esto.

-Espero que sí.-suspiró John sonriendo, aunque evidentemente estaba muy preocupado.-Confío en que sí.

-Yo también.-sonreí.-Por cierto, John… Gracias.

-¿Gracias por qué?
-Por escucharme y por creerme.-contesté.-Y por no salir corriendo cuando has sabido la verdad sobre mí.

John sonrió de manera sincera antes de inclinarse hacia mí y darme un beso en los labios.

-Jamás saldría corriendo de ti, preciosa.-susurró.-Además… Ahora que lo sé todo me siento como más cercano a ti. Ya no es sólo porque me hayas contado la verdad. ¿Sabes? Creo que los dos hemos pasado por situaciones similares al haber perdido a gente que queremos: tú porque no puedes volver a verlos; yo porque murieron.

-Es cierto…-mascullé pensativa.-En cierto modo los dos nos hemos quedado solos en algún momento de nuestras vidas.

-Pero ahora ya no estamos solos.-sonrió John acercándome hacia él y abrazándome.-Nos tenemos a nosotros.

Sonreí complacida y le di un beso en el pecho por toda respuesta, sintiéndome bien como pocas veces me había sentido. Él seguía estando allí y el velo de mentiras que nos separaba ahora se había esfumado por completo.

-Oye, Bri…-susurró él al cabo de unos segundos rompiendo el plácido silencio que se había hecho entre los dos.

-¿Qué ocurre?-pregunté levantando la cabeza y mirándolo a los ojos. El esbozó una sonrisa, divertida.

-Sé que ya te la sabes, pero… ¿te apetece que te enseñe mi nueva canción?

Solté una risita con aquella proposición. A decir verdad, aquello era lo último que me esperaba en aquellos instantes.

-Por supuesto que me apetece, Johnny. Y tranquilo, si quieres puedo fingir sorprenderme y simular que no la he escuchado nunca.

-No es necesario, por mí como si te quieres poner a cantarla conmigo.-rió John.-Ey, por cierto… Si sabes ya las canciones, supongo que también sabrás qué me depara el futuro, ¿no? ¿Crees que sería posible que me dieras un pequeño avance?

Tuve que hacer un enorme esfuerzo por no borrar de repente la sonrisa de mi cara al recordar su oscuro destino. No obstante, estaba segura de una cosa: yo iba a hacer todo lo posible por evitarlo y, en parte, tenía la certeza de que ya lo había hecho.

-¿Tu futuro? Te aseguro que tu futuro va a ser fabuloso, Johnny. Te lo prometo.-sonreí convencida antes de darle un suave beso en los labios.-Y ahora… ¿me enseñas esa canción o qué?

-Por supuesto que sí.-contestó.-Voy a la habitación a por la guitarra. Por cierto, si se me olvida la letra, ¿me la recordarás?

Solté una pequeña risita con la broma antes de que él se dirigiera a la habitación. Lo miré. Aunque los dos tuviéramos unos destinos inciertos, algo me decía en mi interior que no había por qué preocuparse de nada.





Hola chicas (y chicos, si es que hay alguno)! 
En primer lugar, disculpad mi retraso a la hora de publicar el nuevo capítulo. Estuve de viaje por Londres una semana y, obviamente, no pude actualizar. Pero como veis, el vuelo llegó a su destino bien (y en la época correcta, jajajaja) y ya estoy aquí de nuevo con el capi 13, el de las revelaciones. Como siempre, espero que hayáis disfrutado con él y muchísimas gracias por leer y por perder el tiempo comentando.
Saludos y hasta el capítulo 14! Muaaaaa!

lunes, 14 de octubre de 2013

VUELO 937 Capítulo 12



Aquel otoño me había traído consigo muchísimas cosas nuevas, tantas que cuando volvía la vista atrás y repasaba cómo había sido mi vida en los últimos meses, me entraba un vértigo tremendo. Y toda aquella inmensa espiral de acontecimientos había venido desencadenada por una sola cosa: mi relación con John se había hecho pública y ya todo el mundo sabía quién era.

Desde que había aparecido con John el día del estreno de la famosa película que había rodado en España (y de la cual desconocía su título hasta pocos días antes de su estreno), mi vida se había convertido en un completo caos. No podía pisar la calle sin que me reconocieran y la prensa y las fans de los chicos tampoco parecían dispuestas a dejarme llevar una vida normal por más que me empeñara. A decir verdad, me había costado menos acostumbrarme a vivir en una época que no era la mía que a la “fama”.

Aquello, por supuesto, había traído parejo cambios sustanciales en mi vida. Aparte de haber perdido para siempre la tranquilidad que me ofrecía el anonimato, también había tenido que dejar el trabajo en la tienda. Tan sólo había podido aguantar un par de semanas en el trabajo desde que había salido a la luz lo mío con John, pero es que trabajar allí se había vuelto imposible: decenas de curiosos colapsaban la tienda a todas horas para ver a la novia de Lennon, incluso puede que más de uno tuviera la esperanza de encontrárselo a él mismo en persona allí dentro, y espantaban a los clientes de verdad, que preferían irse a otros sitios más tranquilos a comprar. Además, para colmo, una semana después de que todo el mundo supiera lo mío, unas fotos aparecidas en una revista en las que se veía a Ringo con Anna y que también dejaban lo suyo al descubierto, habían hecho que nuestro trabajo en la tienda se hiciera más que imposible en pocos días. De este modo nuestro jefe apareció en la tienda una mañana y nos invitó, a Anna y a mí, muy sutilmente pero sin contemplaciones a abandonar nuestro trabajo. No estábamos saliendo con personas normales, nos dijo, y eso también nos impedía llevar una vida normal aunque lo deseáramos. Y pese a nuestro cabreo inicial por todo lo que nos había dicho, no tuvimos más remedio que acabar dándole la razón: estaba completamente en lo cierto.

Pero a pesar de lo que dijera John, quien, por cierto, había recibido la noticia de nuestro “despido” con una alegría que a mí me enfureció, sobre que todo era mejor así, a mí no me lo parecía. Porque una cosa tenía muy clara: por más que quisiera a John me negaba a ser una mantenida suya, y menos llevando tan poco tiempo juntos como llevábamos en aquellos momentos.

Así pues, mis primeras semanas sin trabajo se convirtieron poco más o menos que en un verdadero suplicio de puro ocio y desesperación. Y una vez más, tal y como había hecho unos meses antes cuando había aterrizado en aquel Londres de los sesenta, Anna me salvó la papeleta. Ella, pese a que también se negara a ser la mera novia de Ringo Starr y vivir de la sopa boba, había aprovechado la falta de trabajo en la tienda para dedicarse a una de sus pasiones de toda la vida y que yo desconocía hasta el momento: tocar el piano. Se le daba francamente bien e incluso un productor de música clásica se había interesado por ella. Sólo era cuestión de tiempo y esfuerzo que Anna pudiera vivir de lo que realmente le gustaba desde siempre.

Fue Anna, pues, quien me propuso sumergirme en “mis verdaderas vocaciones” y fue así como retomé una de mis pasiones; una pasión, por cierto, que hacía meses que tenía en el más completo de los olvidos: escribir. Una máquina de escribir de teclas duras pero a la que pronto me acostumbré como si nada se convirtió en mi compañera de fatigas durante mis ratos de soledad, ayudándome a dar forma a las decenas de pequeños relatos que iban apareciendo en mi mente.

Contaba, además, con un corrector de excepción. John, nada más descubrió mi pasión oculta, se destapó ante mí como un ávido lector, perspicaz y crítico cuando hacía falta, que releía una y otra vez todos y cada uno de mis relatos, analizándolos y diciéndome qué le parecían e incluso proponiéndome pequeños cambios. Me encantaba que hiciera aquello e incluso me atrevería a decir que se convirtió en un acto íntimo más de nuestra vida cotidiana.

No obstante, lo que no me gustaba tanto era su insistencia por intentar publicarlos. Él aseguraba que eran buenos, que cualquier editor estaría encantado de hacerlo, pero a mí aquella idea me aterraba. Me aterraba por una simple razón: tenía miedo a que la crítica me destrozara o me ensalzara sólo por el hecho de ser la pareja de un Beatle. Si tenía que hundirme o si tenía que triunfar, quería que fuera por mis propios méritos y por nada más.

Aquella tarde fría y lluviosa del mes de diciembre había sido muy productiva. John tenía trabajo con los chicos y yo aproveché mi soledad y el mal tiempo que me impedía salir para apalancarme en mi apartamento delante de la estufa y escribir de una manera casi febril un relato que, como el tiempo en el exterior, era gris y oscuro, pero con el cual me sentía extrañamente satisfecha. Contenta, puse el punto final y saqué la última hoja de la máquina de escribir. Empecé a revisarlo, bolígrafo en mano como siempre, intentando avistar cualquier error que se me hubiera colado mientras escribía. Y así estaba, concentrada en la lectura cuando, a los pocos minutos, sin llevar todavía ni media página leída, llamaron al timbre de manera insistente.

Levanté la cabeza sin poder evitar dibujar una inmensa sonrisa en mi cara a la vez que dejaba la hoja que estaba leyendo sobre la mesa. Reconocía demasiado bien aquel modo de llamar al timbre como para no saber quién era. Me puse en pie apresurada y abrí la puerta. Allí, efectivamente, me esperaba un John que parecía extrañamente feliz.

-Hola, preciosa.-me saludó nada más me vio antes de darme un beso.-¡Vaya, qué calentito se está aquí! No sabes el tiempo de perros que hace afuera…

-Hola, Johnny.-sonreí yo cerrando la puerta nuevamente tras nosotros a la vez que él se dejaba caer sobre el sofá.-Un día vais a caer tú y el sofá al piso de abajo.

-Vamos, Bri, no te quejes tanto y vente aquí a mi lado.-me contestó divertido.

No quise contestarle nada y me fui con él, sentándome a su lado. Nada más lo hice, John dibujó una inmensa sonrisa en su cara a la vez que me rodeaba los hombros con su brazo y me acercaba a él.

-Oye, Johnny…-pregunté medio en serio medio en broma, mirándolo.-¿Y esa felicidad que traes encima a qué se debe?

John soltó una pequeña carcajada antes de contestarme.

-No se te escapa una, ¿eh?-dijo al fin.-Viene a que… Mi novia me ha invitado a quedarme a dormir hoy en su casa.

-¿Ah, sí? ¿Te ha invitado?-le sonreí yo pícaramente.

-Y si no lo ha hecho me invitará, que lo sé yo…

Antes incluso de que pudiera decirle nada, John me plantó un beso de lo más tierno al que, obviamente, fui incapaz de resistirme.

-Creo que me has convencido, invitado.-susurré cuando nos separamos.

-¿Ves? Te lo había dicho.

Le di un toque en la nariz divertida antes de plantarle otro beso, esta vez en la mejilla.

-Pero ahora en serio, Johnny, muy contento te veo yo hoy…-le dije. Sabía que me estaba ocultando algo, ya lo conocía lo suficientemente bien.-¿Qué tramas?

John dibujo una media sonrisa y agarró aire antes de contestarme.

-Vale, Bri, te lo cuento.-suspiró al fin.-Son buenas noticias, pero… A ver Bri, prométeme que no te enfadarás.

-John… ¿Por qué me tendría que enfadar si traes buenas noticias?-pregunté extrañada mirándole a los ojos.

-Porque te conozco y tienes genio.-sonrió él. Por toda respuesta, yo le dediqué una mirada interrogante, animándole a continuar. No quería prometerle nada porque aquella frase me daba a entender que me iba a enfadar de verdad.-De acuerdo, está bien, te lo diré…Esta tarde, cuando he acabado la reunión con los chicos, me he encontrado con Tom.

-¿Qué Tom?

-Tom Maschler, mi editor.

No hizo falta que John me dijera nada más para que yo entendiera perfectamente por dónde iban los tiros en todo aquel asunto. Le dediqué una mirada furiosa; tenía razón: efectivamente, me había enfadado.

-John.-dije secamente.-Dime que no has ido a ver a tu editor para lo que yo me estoy imaginando.

-Bri, cariño…-me respondió él confirmando así que mis sospechas eran ciertas.-Son buenos, tú lo sabes. ¡Son perfectamente publicables!

-No me puedo creer que hayas hecho esto a mis espaldas.-mascullé enfadada girando la cara para evitar la caricia que John había empezado a darme.-Ya hemos hablado de esto muchas veces y sabes lo que opino al respecto.

-No me hubieras dejado de no haberlo hecho a tus espaldas.-suspiró.-Bri, mira, le he enseñado uno de tus relatos a Tom y le ha gustado muchísimo. Él opina lo mismo que yo.

Me mantuve unos segundos en silencio, pensando. Estaba enfadada con él, sí, pero más que nada estaba aterrada ante la idea de que las cosas no salieran bien sólo por el simple hecho de que mi pareja fuera quien fuera.

-Ey, cariño…-susurró él suavemente pasándome la mano por la cara de nuevo. Aquella vez, no me aparté: estaba demasiado metida en mis pensamientos como para hacerlo.-Le he comentado todo lo que dijimos, todo lo que no te hace gracia...

-¿En serio?-pregunté queriendo sonar lo más sarcástica que pude.

John soltó un suspiro, resignado antes de continuar hablando.

-No te me pongas en ese plan ahora, por favor.-masculló.-Escúchame… Tom me ha propuesto algo perfecto, algo que borraría de un plumazo todas tus preocupaciones.

Me volví hacia él y lo miré intrigada.

-¿Qué te ha dicho?-me sorprendí preguntando, curiosa.

-Me ha dicho que podrías publicar tus relatos bajo pseudónimo.

Me quedé mirándolo casi con la boca abierta. Aquella idea, tan simple, no se nos había pasado por la cabeza a ninguno de los dos. Y era verdad: si publicaba bajo pseudónimo y conseguía mantenerme bajo esa identidad al menos al principio, todos mis temores no tenían ningún fundamento. Era, por así decirlo, la única manera de ver si aquello que hacía con tanta pasión valía o no valía la pena de verdad, sin tener en cuenta otros aspectos de mi vida personal.

-¿Verdad qué es genial?-preguntó John sin poder evitar soltar una pequeña risita cuando vio mi cara.

-Pues…-mascullé.-No lo había pensado, pero…

-Vamos, Bri, no me vengas con medias tintas. ¡Sabes que es perfecto!

Sin darme ni siquiera tiempo a que pudiera contestar nada, John me abrazó, contento. Sabía muy bien que había conseguido convencerme, pero también sabía igual de bien que no iba a darle, al menos en un primer momento, la razón de manera abierta. A aquellas alturas ya empezábamos a conocernos bastante bien como para saber de qué pie cojeábamos cada uno.

-Quiere verte antes de Navidades.-me dijo cuando se separó de mí.-Ya verás como todo sale bien.

***********************************

Jueves, 9 de abril de 1987
Londres

Aún notaba como las lágrimas, cálidas y húmedas, resbalaban a través de mis mejillas mientras todo el mundo me clavaba la mirada. Ni siquiera el firme abrazo de John, algo que siempre me había servido para evadirme de todo, era suficiente para tranquilizarme. Y es que aquel silencio, aquel dolor, aquella incertidumbre que podía percibir en los rostros de todos se me hacía prácticamente insoportable.

De este modo, me solté suavemente del John y me puse en pie de repente, decidida. Necesitaba escapar de allí, estar sola. Necesitaba aire antes de que acabara ahogándome allí mismo del agobio.

-Voy un rato al porche.-les aclaré a todos a la vez que me secaba las lágrimas con la palma de la mano.-Necesito estar sola.

Sin tan siquiera esperarme a que nadie dijera nada, me encaminé hacia la puerta del comedor con paso firme.

-Briseida, no puedes…-empezó a decir Greg poniéndose de pie casi de un salto.

Me volví hacia él, dispuesta a decirle algo, pero antes de que yo pudiera hacerlo John se puso en pie también, interponiéndose entre Greg y yo.

-Déjala.-siseó sin ser capaz de ocultar la rabia que sentía hacia aquel hombre.-Déjala, joder.

-Pero…

-No se te ocurra acercarte a ella para nada, cabrón.-le interrumpió John, amenazante.

Greg soltó un bufido de resignación.

-Está bien.-claudicó al fin antes de volverse a sentar en el sillón que había estado ocupando hasta aquel momento.-Como queráis.

Le dediqué a John una sonrisa triste a modo de agradecimiento y salí de allí, sin más. Salí por la puerta de la cocina al jardín posterior y me apoyé en la barandilla del porche, pensativa. Era de noche cerrada y hacía frío, incluso había empezado a lloviznar, pero aquello, a mí, era lo que menos me importaba en aquellos momentos. Saqué de mi bolsillo el paquete de cigarrillos que le había pillado a John aquella misma tarde y me encendí uno. Ya daba igual que fumara o no, ya daba igual todo, y, además, aquello me ayudaría a relajarme un poco.

Ni siquiera tomé consciencia de cuánto pasé allí ni de cuántos cigarrillos seguidos me fumé, pensando en todo, llorando a ratos y recordando todo lo que había vivido todos aquellos años junto a las personas que más feliz me habían hecho.

Tal vez por eso, por aquel encierro que había hecho en mí misma, ni siquiera me di cuenta de que no estaba sola hasta que una tos forzada para llamar mi atención sonó a mi lado. Sobresaltada y molesta por aquella interrupción a mi soledad, me volví. Sólo cuando vi a Julie allí a mi lado, triste como nunca en su vida la había visto, me olvidé de todo aquello. Ella, la alegría personificada, ahora parecía un alma en pena. Mentiría si dijera que no se me cayó el alma a los pies cuando lo vi así.

-Julie, cariño…

-Hola, mamá.-susurró.-Siento haberte molestado.

Me autoimpuse dedicarle una sonrisa antes de rodearle los hombros con el brazo.

-No pasa nada, cariño. Tú no molestas nunca.

Hubo unos segundos de silencio entre las dos.

-Mamá…-susurró de repente Julie.-¿Es…? ¿Es cierto todo lo que dice ese hombre sobre ti?

Tragué saliva antes de contestar. Ella ya sabía de sobras cual era la respuesta, pero exigía una confirmación por mi parte. Una confirmación, por cierto, que yo no podía negarle.

-Sí.-murmuré yo con un hilillo de voz, abrazándola aún más fuerte contra mí.

-Entonces…¿vas a nacer ahora? ¿Eres más joven que yo?

La pregunta de Julie de tan rara como era y, tal vez, de tan banal no pudo menos que arrancarme una sonrisa sincera.

-Julia, no seas ridícula.-le contesté intentando parecer divertida ante la situación.-Tengo cuarenta y seis años, por supuesto que no soy más joven que tú.

Julie me dedicó una media sonrisa, aunque se la veía inmensamente triste de todos modos.

-Casi cuarenta y seis. Aún falta un rato para que nazcas.-me corrigió ella borrando automáticamente la sonrisa de la cara: no hacía falta ser muy ancho de miras para saber que ella estaba pensando, como yo, en lo que iba a suceder cuando realmente cumpliera los cuarenta y seis.-Mamá…-susurró al cabo de unos segundos con un hilillo de voz.-Yo… Yo lo único que quiero es que estés bien. No… No te vayas.

Apenas pudo acabar de decir esa última frase antes de que la voz se le rompiera totalmente y empezara a llorar dolorosamente a mi lado. La abracé. La abracé fuerte entre mis brazos sin poder contener yo tampoco mis lágrimas. Y allí, en medio de aquella noche fría y desapacible, madre e hija nos mantuvimos unidas en aquel abrazo, llorando en silencio, sin estridencias, pero con el peso más grande en el alma que habíamos tenido jamás.

***********************************

El ruido de la televisión de los vecinos me despertó de buena mañana. Ya estaba empezando a hartarme de ellos y de su manía de ver las noticias de la BBC a todo volumen de buena mañana. Abrí los ojos molesta y solté un resoplido de fastidio. No obstante, enseguida esbocé una sonrisa cuando vi a John durmiendo plácidamente a mi lado, ajeno a todos los ruidos y hecho un ovillo. Sin poderme resistir, le di un suave beso en la mejilla apenas imperceptible para no despertarlo, antes de levantarme con cuidado de la cama y salir silenciosa de la habitación.

Me metí en la cocina dispuesta a preparar el desayuno y, cuando ni siquiera no había ni empezado, escuché la puerta de mi habitación abrirse de nuevo. Me volví hacia la puerta, sonriente, justo en el momento en el que un John con cara de sueño con una pinta de lo más graciosa aparecía por allí.

-Buenos días, preciosa.-saludó con la voz todavía pastosa.

-Buenos días, guapo.-le devolví yo el saludo.-¿Qué tal has dormido?

-Qué preguntas haces… Siempre que duermo contigo, duermo genial, Bri.-contestó acercándose hacia mí y dándome un beso de buenos días. Le dediqué una sonrisa, sincera.-¿Qué estás haciendo?

-Iba a preparar algo e desayuno.-le contesté.-¿Qué te apetece?

-Con cualquier cosa me apaño.

Hicimos el desayuno entre los dos aunque la ayuda de John me sirvió de más bien poco: se le notaba a la legua que no estaba acostumbrado a preparar nada en la cocina más allá que té o café. Pero aún así, aquello nos sirvió para pegarnos unas risas mañaneras.

-¿Sabes?-me dijo John nada más nos sentamos a desayunar ante la mesa del comedor.-Ayer se me olvidó comentarte algo.

-¿Ah, sí?-después de darle un sorbo a mi café.-Pues tú dirás.

-Ayer por la mañana estuve hablando con Mimi.-dijo empezando a untarse mermelada en una tostada.-Se acerca Navidad y bueno, siempre se me pone en plan pesado para que vaya a visitarla.

-Es normal.-sonreí.-Al fin y al cabo eres su sobrino favorito, ¿no?

-Créeme: a veces paso de ser el favorito a ser al que querría matar.-bromeó haciendo que yo también soltara una risita. Sabía que tenía toda la razón: muchas de las actitudes de John ponían a la recta Tía Mimi de los nervios.

-¿Y qué te dijo Mimi?

-Me dijo que…-dijo esto y levantó la cara para mirarme con una sonrisa pícara.-Me dijo que “a ver cuándo me vas a presentar a esa novia tuya porque a este paso la va a conocer todo el mundo antes que yo”.

Tragué el bocado que estaba masticando casi en el acto aun a riesgo de atragantarme. Lo miré atónita. Sabía que ese momento tarde o temprano debía de llegar, pero hubiera preferido que hubiera sido más tarde que temprano. No es que tuviera nada en contra de Mimi, con la que con el tiempo me llegué a llevar más o menos bien, pero las historias de la tía estricta y cascarrabias que me contaba John me aterraban. Y, pese a que sabía que tía y sobrino en realidad se adoraran mutuamente y que Mimi acabaría aceptando cualquier cosa que concerniera a John, incluida yo, por poco que le gustara, aquel encuentro, sólo de imaginarlo, me ponía de los nervios.

-Vaya…-mascullé al cabo de unos segundos obligándome a mí misma a dibujar una sonrisa.-Será fabuloso conocerla.

-Déjate estar de “fabulosos”, Bri.-rió John. Mi cara de susto debió de ser tan evidente que él, soltando una carcajada, se apresuró a añadir:-Tranquila, boba… Mimi no es para tanto, ya verás cómo va todo sobre ruedas.

-Eso espero.-le contesté volviendo a recuperar la sonrisa.-No me gustaría tenerla en contra.

-Bah, tonterías. No la vas a tener en contra para nada.-dijo él.

Hubo unos segundos de silencio mientras comíamos. Yo estaba demasiado concentrada en mis propios pensamientos sobre cómo iba a ser conocer a la famosa Tía Mimi como para poder entablar ninguna nueva conversación.

-Oye, Bri…-dijo de repente John, rompiendo el silencio, al cabo de unos instantes.

-¿Qué?

-Pues que…-sonrió.-Tú vas a conocer a Mimi ya, ¿no?

-Eso parece.

-Entonces… ¿Para cuándo un viajecito a España para conocer a tu familia?

Afortunadamente, no estaba masticando nada cuando John dijo aquello porque, de haberlo estado, me hubiera atragantado seguro. ¿Conocer a mi familia? ¡Aquello era imposible! Mi familia vivía en una época completamente distinta a la nuestra y mis padres no eran más que un par de niños. Con la desagradable sensación de sentir como la sangre se me helaba en las venas, le dediqué una mirada cargada de pánico a John.

-¿Qué te ocurre?-preguntó él, incluso podría decirse que algo asustado.-¿Crees que no les gustaré? ¿No quieres que les conozca? Nunca hemos hablado de los tuyos, pero si crees que las cosas no…

Me quedé mirándolo, pensando. En pocos segundos, mi mente empezó a idear un montón de cosas. No obstante, descarté pronto las tentadoras ideas de decirle que mi familia había muerto o que no me hablaba con ellos. Lo descarté por una simple razón: quería a John con toda mi alma y decirle aquello suponía estar contándole la más vil mentira que jamás pudiera concebir. Repentinamente, me sentí mal, muy mal, por haberlo tenido viviendo en un engaño. Yo a aquellas alturas lo sabía prácticamente todo de él, incluida hasta su extensísima lista de amantes de antes de que yo apareciera, incluida toda la brutal historia de su infancia y lo mucho que había sufrido por ello. ¿Y él que sabía de mí? Nada. No sabía absolutamente nada porque yo jamás se lo había contado por ese afán de guardar celosamente mi secreto y ,para qué negarlo, también por miedo. Miedo a que John me tomara por loca y saliera huyendo despavorido de mi vida con la misma velocidad con la que había entrado en ella.

Clavé mis ojos en los suyos nuevamente: su mirada, curiosa y preocupada, me desarmó enseguida. Él no merecía estar viviendo en una mentira, merecía saber todo acerca de mí. Y yo debería asumir las consecuencias de todo conforme pudiera. Ser sincera con él iba a ser mi mayor demostración de amor, aun a riesgo de lo que podría suceder. Agarré aire fuertemente y solté un sonoro suspiro.

-John, he de contarte algo.-murmuré sin despegar mis ojos de los suyos con un nudo en la garganta.-Tal vez yo no sea la persona que crees que soy.

-¿Cómo?-casi exclamó él.

-Déjame explicártelo.-suspiré.-Y, por favor, prométeme que no me tomarás por loca.

-Bri, ¿qué…?-empezó a decir él casi en un susurro.

-Prométemelo, John.-le corté.-Por lo que más quieras, prométemelo.

-Te lo prometo, cariño.-susurró él poniéndome su mano sobre la mía, en un gesto tranquilizador.-Te lo prometo. Yo jamás te tomaría por loca.

-Eso ya lo veremos…-murmuré yo sonriendo amargamente.-Bien, de acuerdo, allá vamos. Te lo contaré todo.





Hola! Bueno, aquí me tenéis de nuevo, bastante después de lo que me habría gustado publicar. No obstante, estuve afectada por un virus muy peligroso llamado "pereza crónica" que me impedía ponerme a escribir nada en condiciones. Ey, de verdad, estaba tan así que oye, me ponía a escribir y lo que hacía me salía fatal, así que paraba porque tampoco me apetecía sacar a la luz una mierda de capi, jajajaja.
Y por mí nada más, simplemente agradecer a todas las que estáis ahí, leyendo y comentando siempre.
Besotes genias! Muaaaaaaaaaaaaaaaaaa!