Jueves, 9 de abril de 1987
Londres
No.
No, no y no.
No quería irme, no quería
separarme de aquellos a los que tanto quería.
No podía irme.
Aquel sentimiento que salía desde
lo más profundo de mi alma sacudió con fuerza todo el inmenso bienestar que hasta
hacía unos segundos había experimentado.
Y cuando aquella idea se apoderó
de mí por completo, noté como si alguien me propinara una inmensa bofetada. Fue
un golpe seco, repentino, que vino acompañado de una vertiginosa sensación de
caída libre.
Y entonces, abrí los ojos de
repente. Agarré aire fuertemente y noté como el oxígeno inundaba mis pulmones
sin ninguna dificultad, sin ningún dolor. Después, parpadeé, confusa, y miré a
mi alrededor. Me encontré enseguida con las miradas sorprendidas de todos. Aún
pude atisbar las lágrimas en sus rostros, pero aquello no importaba en esos
instantes. Sonreí.
-¡BRI!
John se abalanzó sobre mí nada
más me vio y empezó a cubrirme el rostro de besos a la vez que murmuraba frases
incoherentes y empezaba a formular preguntas que jamás acababa de pronunciar.
-Johnny, Johnny…-me sorprendí
diciendo sin ningún esfuerzo a la vez que le hundía la mano en el pelo, feliz.
-Por el amor de Dios, Bri,
cariño…-masculló él separándose de mí con los ojos repletos de lágrimas, pero
esta vez, de pura felicidad.-Estás bien.
Sonreí nuevamente y traté de
incorporarme. Aunque pareciera imposible, no había ni rastro del dolor que me
había atormentado hasta casi desear la muerte. No obstante, pese a eso, lo hice
con cierto esfuerzo. Y es que estaba tremendamente cansada, como nunca antes lo
había estado.
-¡Mamá!
Antes incluso de que me diera
tiempo a acomodarme bien siquiera, Matt, Al y Julie, se abalanzaron sobre mí
para darme un abrazo sincero. Los estreché a los tres contra mi cuerpo,
fuertemente.
-Sabía que lo conseguirías.-me
susurró Alex.-Sabía que no ibas a marcharte.
-Y no lo haré, os lo juro.
Nos separamos lentamente y me
quedé mirándolos a todos de nuevo. Anna, Ringo y sus chicos estaban allí,
sorprendidos pero sonrientes a la vez. Cuando nuestras miradas se encontraron,
Anna soltó una sonora risa.
-¡Estás viva!-exclamó feliz.
Yo sólo me limité a asentir. En
realidad, en aquellos momentos mi atención estaba fija en el hombrecito que
había al fondo de la estancia. Greg estaba blanco y me miraba literalmente
boquiabierto. No exageraría ni un pelo si dijera que estaba casi en estado de
shock. No era para menos: él, que esperaba asistir al momento de mi muerte,
había acabado asistiendo al momento de mi renacimiento.
-¿Greg?-le llamé yo, instándole a
decir alguna cosa al respecto.
El hombrecillo se quedó mirándome
durante unos segundos, como si hubiera visto a un fantasma. Negó con la cabeza
varias veces, obviamente sin acabar de creerse del todo lo que estaba
sucediendo ante sus narices.
-Esto…-balbuceó al fin.-Esto es
imp…
Antes incluso de que pudiera
acabar de pronunciar aquella palabra, el teléfono de casa volvió a sonar
insistentemente a nuestras espaldas. Sin decir nada más ni esperar a que nadie
hiciera ademán de ir a responder, Greg se plantó ante el teléfono con dos
grandes zancadas y descolgó bruscamente.
-¿Sí?
El silencio se apoderó de
nosotros mientras Greg hablaba. A aquellas alturas ya todos sabíamos a la
perfección de dónde llamaban y cuál era el motivo. Todos intercambiamos entre
nosotros miradas de incertidumbre, seguramente compartiendo los extraños y
negros pensamientos sobre lo que podía ocurrir a continuación. Miré el reloj
que estaba sobre uno de los muebles del comedor. Las once y siete minutos de la
noche; siete minutos después de la hora de mi nacimiento y de mi supuesta
muerte.
Greg colgó de repente con un
golpe seco, sin ni siquiera intercambiar una palabra con su interlocutor.
Todos, yo la primera, le dirigimos una mirada curiosa, incluso temerosa,
mientras se acercaba hacia nosotros. Instintivamente, John, a mi lado, me rodeó
con su brazo y me apretó contra él fuertemente en un gesto protector. Supe
enseguida que él también temía, como yo, que aquel loco me hiciera cualquier
cosa al ver que estaba bien y que las cosas no habían salido según sus planes.
-Ha ocurrido algo…-dijo de
repente Greg plantándose frente a mí y clavando sus ojos en los míos.
-¿Qué?-me aventuré a preguntar
con un hilillo de voz.
Greg se aclaró la garganta antes
de hablar.
-Hemos estado equivocados durante
todos estos años al suponer que morirías en el momento en el que el bebé, o
sea, tú, nacieras. Pese a que todo apuntaba a que así iba a producirse, a la
vista está que no ha sucedido así.
-Entonces…-dijo John mirándole
con suspicacia a la vez que me abrazaba aún con más fuerza.-¿Es posible que las
dos Briseidas convivan en el mismo
espacio de tiempo?
-No. No pueden.
La contundencia con la que Greg
dijo aquello hizo que se me helara la sangre en las venas de puro pánico. No
había muerto y, según había dicho, no podíamos convivir las dos en una misma
época. Entonces… ¿qué iba a hacerme aquel loco?
-Mira, si estás pensando
en…-empezó a decir John en tono amenazador, mirándole desafiante.
-No, John.-le cortó Greg.-No
estoy pensando en nada.
-¿Y entonces?
-Creo que no acabáis de entender
qué es lo que ha ocurrido…
-Explícate.-le exigí yo.
Greg agarró aire y, a
continuación, lo exhaló en un fuerte suspiro.
-Las dos no podéis convivir en el
mismo espacio de tiempo, es lógico. Sois la misma persona a fin de cuentas y se
produciría una paradoja… imposible de llevar a cabo.-explicó casi de tirón.-Tú
estás bien, Briseida, eso es obvio. En lo que nos equivocamos fue al presuponer
que serías tú la que morirías.
-¿Qué estás queriendo decir con
eso?-pregunté débilmente, aunque ya sabía a la perfección qué era lo que estaba
diciéndome.
-Briseida… El bebé ha muerto.
Aquella confirmación cayó sobre
mí como un inmenso jarro de agua fría. De inmediato, toda la alegría que había
sentido hacía unos instantes, se esfumó como si nada. El bebé, o sea, yo, había
muerto. ¿Cómo se sentiría mi madre en aquellos momentos? Aquello me hacía caer
en un enorme pozo de sentimientos encontrados: yo estaba viva y alegre porque
no me había separado de los míos, porque seguía
a su lado; sin embargo, mi yo
recién nacida había muerto y en aquellos momentos mis padres estarían sumidos
en la más absoluta de las tristezas. Para qué negarlo, me sentía hasta culpable
y mal conmigo misma por haber sido yo la que había sobrevivido a todo aquello.
-¿Por qué ella y no yo?-quise
saber sombría al cabo de unos instantes.
-No lo sabemos a ciencia
cierta.-respondió Greg encogiéndose de hombros.-Tal vez sea porque tú ya tenías
tu destino dibujado y tu vida trazada y ella aún no; tal vez sea por otra cosa.
Los médicos han dicho que el bebé ha sufrido muchísimo durante el parto. Puede
que ella también estuviera experimentando los mismos dolores que tú has
soportado y, obviamente, no los haya aguantado. Una pura cuestión de fortaleza
física, vamos.
No pude ni siquiera contestar
nada. Con gesto sombrío, agaché la cabeza y clavé mi mirada en el suelo
pensativa. No me sentía bien en absoluto después de haber escuchado aquello.
Era imposible que me sintiera bien.
-¿Cómo estás, Bri?-preguntó John
a mi lado sin soltarme, tal vez adivinando todo lo que etaba pasando por mi
mente en aquellos momentos.
Por toda respuesta, me limité a
encogerme de hombros. A decir verdad, no tenía ni idea de qué decir.
-Era o la una o la otra,
Briseida.-intervino Greg en tono glacial.-Las dos no teníais cabida en este
mundo.
Levanté la cara y me quedé
mirando al vigilante con una extraña mezcla de odio y confusión.
-¿Y por qué no las dos?-inquirí
furiosa.-¿Por qué no habéis hecho nada para evitar todo esto? ¿Por qué?
-Briseida, Briseida…-suspiró
Greg.-Sabes perfectamente el porqué no podéis convivir las dos. ¿Te imaginas lo
que pasaría cuando esa niña hubiera tenido veintiséis años y hubiera visto que
era exactamente igual, un clon, que la esposa de John Lennon a su edad? Una
esposa que, por cierto, lleva hasta su mismo nombre. No, Briseida, no… Eso
hubiera sido imposible. Además de que va en contra de todas las normas
naturales. Y por lo que preguntas de por qué no hemos hecho nada, te voy a
responder claramente: no podíamos, Al contrario de lo que puedas pensar,
nosotros no tenemos ningún poder oculto capaz de cambiar este tipo de cosas ni
nada por el estilo. Somos, simple y llanamente, observadores de todos esos
accidentes que a veces llevan a alguien a un sitio que no es el suyo, como te
ocurrió a ti. Sólo somos conocedores de ese gran secreto y nos encargamos de
hacer cumplir las normas para que el devenir de la Humanidad no cambie según
los actos y los intereses de cada viajero. Si así se hiciera, y lo sabes, el
mundo se sumiría en el más absoluto de los caos. Y aparte de eso no podemos
hacer nada más. Como nuestro nombre indica somos unos meros “vigilantes”.
Escuché todo aquello sin
interrumpirle, en silencio y atenta a lo que decía. Cuando por fin acabó de
hablar, solté un profundo suspiro, resignada. En el fondo sabía que tenía razón
y que no podía objetar nada a todo lo que había dicho. En silencio, apoyé mi
cabeza sobre el hombro de John , buscando su contacto, aún cavilosa.
-Ey, Bri…-susurró él a mi
lado.-Sé que todo esto es una mierda, pero lo importante ahora es que tú estás
bien, que estamos todos juntos.
-Supongo que tenéis
razón…-mascullé de mala gana al cabo de unos segundos. En realidad, me hubiera
encantado creerles cuando decían que lo más importante era eso y dejar de
pensar en lo que acababa de pasar a cientos de kilómetros de distancia, pero
era imposible.
-¿Sabes?-dijo Greg de repente
recuperando aquella sonrisilla medio psicótica.-Me alegro de que no te haya ocurrido
nada malo. No me preguntes por qué, pero me encariñé contigo enseguida. Tal vez
desde el día en que me convenciste de que el mundo no iba a cambiar por
modificar el destino del que hoy es tu marido. Jamás nadie había osado a
contradecirme de una manera tan directa, ni muchísimo menos había llegado a
convencerme con sus argumentos. Hubiera sido una verdadera lástima perderte.
Me obligué a dedicarle una media
sonrisa cuando le escuché decir aquello.
-Siento no poder decir yo lo
mismo de ti.-le contesté medio en serio, medio en broma.-Si te digo la verdad,
tus apariciones no me han solido auspiciar nada bueno, así que…
-Era mi obligación.
-Lo sé, pero ponte en mi lugar. -contesté.-
De todos modos creo que en el fondo eres un buen tipo.
Greg soltó su particular risita
histérica cuando dije eso. Después, cuando volvió a recobrar la compostura,
dijo:
-Puedes estar tranquila,
Briseida. No creo que a partir de ahora vuelva a aparecer en tu vida para
vaticinarte nada malo. A no ser, por supuesto, que incumplas las normas.
-Tranquilo, no tocaré nada ni
intentaré cambiar ninguno de los grandes acontecimientos de la Historia.
-Así me gusta.-sonrió.-Y bueno,
por lo que veo, mi trabajo aquí ha terminado. He de irme; ha sido un día duro y
necesito descansar, como supongo que todos los necesitareis. Hasta siempre, a
todos. Por cierto, bonita casa.
Y, sin esperarse a que nadie le
acompañara ni se despidiera de él, Greg se dirigió hacia la puerta del comedor
silbando alegre una cancioncilla irreconocible. Segundos después, escuchamos la
puerta de casa cerrarse tras él. Greg había salido de mi vida tan de repente
como había entrado.
Estuvimos unos segundos así, en
silencio, mirándonos unos a otros. Y entonces, de pronto, Julie estalló en una
carcajada limpia, alegre, a la que pronto se unieron los demás.
-Pues… ahora sí que sí.-sonrió
John a mi lado.-Felicidades, Bri. Te debo un regalo de verdad.
-¡Felices cuarenta y seis,
mamá!-exclamó Matt abrazándose a mí, pletórico.
Pronto, todos se unieron a
aquella retahíla de felicitaciones. Todo había pasado y estaban alegres. Todos,
menos yo, que sólo podía dedicarles sonrisas a medias. Y es que, pese a que
estaba feliz por estar allí con ellos, mi mente seguía dándole vueltas a la
misma cosa: mis padres. Estarían destrozados. No se merecían eso. Nadie merecía
una cosa tan horrible.
************************************
-Te quiero, mi vida.
John me dio un último beso en los
labios antes de volverse a colocar en su lado de la cama, contento, relajado.
-Y yo a ti, John.-contesté
acurrucándome contra él.
-Lo peor de todo ha sido tener
esa certeza absoluta de que te perdía, esa sensación de que todo lo que había a
mi alrededor se desmoronaba sin más.-susurró pasándome la mano por el pelo.-Han
sido las peores horas de toda mi vida. No sé qué hubiera pasado si en realidad…
-No lo he hecho.-dije yo antes de
que él pudiera acabar de pronunciar la última palabra, una palabra que, en
realidad, era la última que quería escuchar en aquellos momentos. Al fin y al
cabo, ya se había hablado lo suficiente de muerte en aquellas últimas horas.-Y
sigo aquí, lo seguiré siempre.
-Así espero que sea, Bri.-sonrió
él antes de darme un beso en el pelo.-No me hagas pasar por esto nunca jamás,
¿me oyes? Si lo haces y soy capaz de sobrevivir al ataque que me va a dar
seguro, te juro que pido el divorcio.
Solté una risita divertida con la
broma de John. Era genial ver como de nuevo volvía a ser el mismo de siempre.
-Tranquilo, no está en mis planes
volver a repetir una escenita como ésta…-sonreí.-Además, tampoco sé de qué te
quejas: digamos que ésta ha sido mi pequeña venganza contra ti por el susto que
me hiciste pasar aquel 8 de diciembre de hace casi seis años y medio.
-¿Cómo…?-empezó a preguntar John sin
entender a qué me estaba refiriendo. No obstante, pronto lo comprendió y,
bajando la voz, añadió:-Bri… Jamás me lo habías dicho. Así que el día exacto
era el 8 de diciembre de 1980.
Asentí todavía apoyada sobre su
pecho desnudo.
-Nunca te quise decir el día
exacto.-dije al fin.-A fin de cuentas, con una paranoica perdida ese día ya
había más que suficiente.
-Pero tú sabías que no me iba a
pasar nada…-sonrió John.-Todo cambió desde que nos conocimos, alteré mi
destino.
-Bueno, sí, lo alteramos todo, pero
no tuve la certeza exacta de que no iba a pasar nada hasta que no estuvimos a 9
de diciembre. Ya sabes que el destino puede ser muy caprichoso.
-Lo cierto es que sí.-murmuró
John.-Sólo tú y yo sabemos cómo de caprichoso puede llegar a ser.
Nada más dijo eso, levanté mi
cabeza de su pecho y le miré a los ojos, esbozando una sonrisa tierna.
-Es caprichoso como el que
más.-susurré.-Pero me gustan sus caprichos. Gracias a ellos estoy junto a ti.
-A mí también me gustan. Y
mucho.-me respondió él antes de pegar sus labios a los míos.
Volví a acurrucarme junto a él,
dejándome abrazar, disfrutando más que nunca de su mero contacto físico. Y es
que, cuando estás a punto de perder algo, después lo aprecias infinitamente
más, aunque te parezca que hacerlo aún más que antes sea imposible. Cerré los
ojos después de dedicarle mi última sonrisa del día. Afortunadamente, al día
siguiente le podría dedicar muchas más. Y al otro. Y al otro.
Y entonces, lo recordé de nuevo.
Mis sonrisas eran, a la vez, lágrimas de mis padres por haber perdido a una
hija recién nacida. Aquello era injusto, muchísimo, y sólo aquel pensamiento
sirvió para que en lugar de dormirme con una sonrisa, me durmiera llorando por
dentro.
Aquella noche estuvo plagada de
sueños intranquilos y llenos de una irremediable culpabilidad. Aquella, y
muchas otras noches que le siguieron.
Lo prometido es deuda y aquí estoy yo de nuevo con el capi 19, que sé que el último que os colgué se acabó muy... de repente, jeje.
Antes que nada, me gustaría aclarar un par de cosas sobre este capì "casi final" (porque ya sabéis que aún queda otro) que habéis leído. Cuando empecé el fic, si os soy sincera, no tenía ni idea de cómo podía resolver el problema que me había armado y, de repente, un pensamiento de una lógica aplastante se apoderó de mí: las dos Bri no podían convivir en un espacio de tiempo, imposible, pero en ningún momento se había dicho cuál de las dos iba a sobrevivir a todo este enredro. Es curioso, cuando pensé esto, me autoobligué casi a desechar la idea porque no me parecía (y continúa sin parecerme) nada ético ni de buen gusto el hecho de que el bebé haya sido el que "no haya pasado la prueba", por así decirlo. Y no, obstante, no se me ocurría para nada de qué otra manera podía acabar esto con lógica y sentido común, de hacer que las piezas encajaran todas, así que decidí seguir adelante con esta idea que me pilló tan de repente. Pese a todos los pesares, al final sí que me ha gustado cómo ha quedado, aunque quede bastante mal decirlo. Pero con todo esto, también entenderé que no os haya podido gustar este final, porque reconozco que con él he traspasado una línea roja que para mí en principio también era casi que infranqueable. No obstante, hablando a mi favor, he de decir que aún queda un capítulo, un capítulo que espero que sirva para resolver todo este embrollo que se ha armado, y no digo nada más porque hay gente muy avispada por aquí y seguro que adivinaría pronto cuáles son mis intenciones para el capi 20, jejeje.
Y por mí, nada más, que os aburriré al final con tantas divagaciones. Nos vemos en el 20 para despedirnos de Bri y los demás! Saludos y gracias por estar ahí! :)