martes, 26 de noviembre de 2013

VUELO 937 Capítulo 19



Jueves, 9 de abril de 1987
Londres

No.

No, no y no.

No quería irme, no quería separarme de aquellos a los que tanto quería.

No podía irme.

Aquel sentimiento que salía desde lo más profundo de mi alma sacudió con fuerza todo el inmenso bienestar que hasta hacía unos segundos había experimentado.

Y cuando aquella idea se apoderó de mí por completo, noté como si alguien me propinara una inmensa bofetada. Fue un golpe seco, repentino, que vino acompañado de una vertiginosa sensación de caída libre.

Y entonces, abrí los ojos de repente. Agarré aire fuertemente y noté como el oxígeno inundaba mis pulmones sin ninguna dificultad, sin ningún dolor. Después, parpadeé, confusa, y miré a mi alrededor. Me encontré enseguida con las miradas sorprendidas de todos. Aún pude atisbar las lágrimas en sus rostros, pero aquello no importaba en esos instantes. Sonreí.

-¡BRI!

John se abalanzó sobre mí nada más me vio y empezó a cubrirme el rostro de besos a la vez que murmuraba frases incoherentes y empezaba a formular preguntas que jamás acababa de pronunciar.

-Johnny, Johnny…-me sorprendí diciendo sin ningún esfuerzo a la vez que le hundía la mano en el pelo, feliz.

-Por el amor de Dios, Bri, cariño…-masculló él separándose de mí con los ojos repletos de lágrimas, pero esta vez, de pura felicidad.-Estás bien.

Sonreí nuevamente y traté de incorporarme. Aunque pareciera imposible, no había ni rastro del dolor que me había atormentado hasta casi desear la muerte. No obstante, pese a eso, lo hice con cierto esfuerzo. Y es que estaba tremendamente cansada, como nunca antes lo había estado.

-¡Mamá!

Antes incluso de que me diera tiempo a acomodarme bien siquiera, Matt, Al y Julie, se abalanzaron sobre mí para darme un abrazo sincero. Los estreché a los tres contra mi cuerpo, fuertemente.

-Sabía que lo conseguirías.-me susurró Alex.-Sabía que no ibas a marcharte.

-Y no lo haré, os lo juro.

Nos separamos lentamente y me quedé mirándolos a todos de nuevo. Anna, Ringo y sus chicos estaban allí, sorprendidos pero sonrientes a la vez. Cuando nuestras miradas se encontraron, Anna soltó una sonora risa.

-¡Estás viva!-exclamó feliz.

Yo sólo me limité a asentir. En realidad, en aquellos momentos mi atención estaba fija en el hombrecito que había al fondo de la estancia. Greg estaba blanco y me miraba literalmente boquiabierto. No exageraría ni un pelo si dijera que estaba casi en estado de shock. No era para menos: él, que esperaba asistir al momento de mi muerte, había acabado asistiendo al momento de mi renacimiento.

-¿Greg?-le llamé yo, instándole a decir alguna cosa al respecto.

El hombrecillo se quedó mirándome durante unos segundos, como si hubiera visto a un fantasma. Negó con la cabeza varias veces, obviamente sin acabar de creerse del todo lo que estaba sucediendo ante sus narices.

-Esto…-balbuceó al fin.-Esto es imp…

Antes incluso de que pudiera acabar de pronunciar aquella palabra, el teléfono de casa volvió a sonar insistentemente a nuestras espaldas. Sin decir nada más ni esperar a que nadie hiciera ademán de ir a responder, Greg se plantó ante el teléfono con dos grandes zancadas y descolgó bruscamente.

-¿Sí?

El silencio se apoderó de nosotros mientras Greg hablaba. A aquellas alturas ya todos sabíamos a la perfección de dónde llamaban y cuál era el motivo. Todos intercambiamos entre nosotros miradas de incertidumbre, seguramente compartiendo los extraños y negros pensamientos sobre lo que podía ocurrir a continuación. Miré el reloj que estaba sobre uno de los muebles del comedor. Las once y siete minutos de la noche; siete minutos después de la hora de mi nacimiento y de mi supuesta muerte.

Greg colgó de repente con un golpe seco, sin ni siquiera intercambiar una palabra con su interlocutor. Todos, yo la primera, le dirigimos una mirada curiosa, incluso temerosa, mientras se acercaba hacia nosotros. Instintivamente, John, a mi lado, me rodeó con su brazo y me apretó contra él fuertemente en un gesto protector. Supe enseguida que él también temía, como yo, que aquel loco me hiciera cualquier cosa al ver que estaba bien y que las cosas no habían salido según sus planes.

-Ha ocurrido algo…-dijo de repente Greg plantándose frente a mí y clavando sus ojos en los míos.

-¿Qué?-me aventuré a preguntar con un hilillo de voz.

Greg se aclaró la garganta antes de hablar.

-Hemos estado equivocados durante todos estos años al suponer que morirías en el momento en el que el bebé, o sea, tú, nacieras. Pese a que todo apuntaba a que así iba a producirse, a la vista está que no ha sucedido así.

-Entonces…-dijo John mirándole con suspicacia a la vez que me abrazaba aún con más fuerza.-¿Es posible que las dos Briseidas convivan en el mismo espacio de tiempo?

-No. No pueden.

La contundencia con la que Greg dijo aquello hizo que se me helara la sangre en las venas de puro pánico. No había muerto y, según había dicho, no podíamos convivir las dos en una misma época. Entonces… ¿qué iba a hacerme aquel loco?

-Mira, si estás pensando en…-empezó a decir John en tono amenazador, mirándole desafiante.

-No, John.-le cortó Greg.-No estoy pensando en nada.

-¿Y entonces?

-Creo que no acabáis de entender qué es lo que ha ocurrido…

-Explícate.-le exigí yo.

Greg agarró aire y, a continuación, lo exhaló en un fuerte suspiro.

-Las dos no podéis convivir en el mismo espacio de tiempo, es lógico. Sois la misma persona a fin de cuentas y se produciría una paradoja… imposible de llevar a cabo.-explicó casi de tirón.-Tú estás bien, Briseida, eso es obvio. En lo que nos equivocamos fue al presuponer que serías tú la que morirías.

-¿Qué estás queriendo decir con eso?-pregunté débilmente, aunque ya sabía a la perfección qué era lo que estaba diciéndome.

-Briseida… El bebé ha muerto.

Aquella confirmación cayó sobre mí como un inmenso jarro de agua fría. De inmediato, toda la alegría que había sentido hacía unos instantes, se esfumó como si nada. El bebé, o sea, yo, había muerto. ¿Cómo se sentiría mi madre en aquellos momentos? Aquello me hacía caer en un enorme pozo de sentimientos encontrados: yo estaba viva y alegre porque no me había separado de los míos, porque seguía  a su lado; sin embargo, mi yo recién nacida había muerto y en aquellos momentos mis padres estarían sumidos en la más absoluta de las tristezas. Para qué negarlo, me sentía hasta culpable y mal conmigo misma por haber sido yo la que había sobrevivido a todo aquello.

-¿Por qué ella y no yo?-quise saber sombría al cabo de unos instantes.

-No lo sabemos a ciencia cierta.-respondió Greg encogiéndose de hombros.-Tal vez sea porque tú ya tenías tu destino dibujado y tu vida trazada y ella aún no; tal vez sea por otra cosa. Los médicos han dicho que el bebé ha sufrido muchísimo durante el parto. Puede que ella también estuviera experimentando los mismos dolores que tú has soportado y, obviamente, no los haya aguantado. Una pura cuestión de fortaleza física, vamos.

No pude ni siquiera contestar nada. Con gesto sombrío, agaché la cabeza y clavé mi mirada en el suelo pensativa. No me sentía bien en absoluto después de haber escuchado aquello. Era imposible que me sintiera bien.

-¿Cómo estás, Bri?-preguntó John a mi lado sin soltarme, tal vez adivinando todo lo que etaba pasando por mi mente en aquellos momentos.

Por toda respuesta, me limité a encogerme de hombros. A decir verdad, no tenía ni idea de qué decir.

-Era o la una o la otra, Briseida.-intervino Greg en tono glacial.-Las dos no teníais cabida en este mundo.

Levanté la cara y me quedé mirando al vigilante con una extraña mezcla de odio y confusión.

-¿Y por qué no las dos?-inquirí furiosa.-¿Por qué no habéis hecho nada para evitar todo esto? ¿Por qué?

-Briseida, Briseida…-suspiró Greg.-Sabes perfectamente el porqué no podéis convivir las dos. ¿Te imaginas lo que pasaría cuando esa niña hubiera tenido veintiséis años y hubiera visto que era exactamente igual, un clon, que la esposa de John Lennon a su edad? Una esposa que, por cierto, lleva hasta su mismo nombre. No, Briseida, no… Eso hubiera sido imposible. Además de que va en contra de todas las normas naturales. Y por lo que preguntas de por qué no hemos hecho nada, te voy a responder claramente: no podíamos, Al contrario de lo que puedas pensar, nosotros no tenemos ningún poder oculto capaz de cambiar este tipo de cosas ni nada por el estilo. Somos, simple y llanamente, observadores de todos esos accidentes que a veces llevan a alguien a un sitio que no es el suyo, como te ocurrió a ti. Sólo somos conocedores de ese gran secreto y nos encargamos de hacer cumplir las normas para que el devenir de la Humanidad no cambie según los actos y los intereses de cada viajero. Si así se hiciera, y lo sabes, el mundo se sumiría en el más absoluto de los caos. Y aparte de eso no podemos hacer nada más. Como nuestro nombre indica somos unos meros “vigilantes”.

Escuché todo aquello sin interrumpirle, en silencio y atenta a lo que decía. Cuando por fin acabó de hablar, solté un profundo suspiro, resignada. En el fondo sabía que tenía razón y que no podía objetar nada a todo lo que había dicho. En silencio, apoyé mi cabeza sobre el hombro de John , buscando su contacto, aún cavilosa.

-Ey, Bri…-susurró él a mi lado.-Sé que todo esto es una mierda, pero lo importante ahora es que tú estás bien, que estamos todos juntos.

-Supongo que tenéis razón…-mascullé de mala gana al cabo de unos segundos. En realidad, me hubiera encantado creerles cuando decían que lo más importante era eso y dejar de pensar en lo que acababa de pasar a cientos de kilómetros de distancia, pero era imposible.

-¿Sabes?-dijo Greg de repente recuperando aquella sonrisilla medio psicótica.-Me alegro de que no te haya ocurrido nada malo. No me preguntes por qué, pero me encariñé contigo enseguida. Tal vez desde el día en que me convenciste de que el mundo no iba a cambiar por modificar el destino del que hoy es tu marido. Jamás nadie había osado a contradecirme de una manera tan directa, ni muchísimo menos había llegado a convencerme con sus argumentos. Hubiera sido una verdadera lástima perderte.

Me obligué a dedicarle una media sonrisa cuando le escuché decir aquello.

-Siento no poder decir yo lo mismo de ti.-le contesté medio en serio, medio en broma.-Si te digo la verdad, tus apariciones no me han solido auspiciar nada bueno, así que…

-Era mi obligación.

-Lo sé, pero ponte en mi lugar. -contesté.- De todos modos creo que en el fondo eres un buen tipo.

Greg soltó su particular risita histérica cuando dije eso. Después, cuando volvió a recobrar la compostura, dijo:

-Puedes estar tranquila, Briseida. No creo que a partir de ahora vuelva a aparecer en tu vida para vaticinarte nada malo. A no ser, por supuesto, que incumplas las normas.

-Tranquilo, no tocaré nada ni intentaré cambiar ninguno de los grandes acontecimientos de la Historia.

-Así me gusta.-sonrió.-Y bueno, por lo que veo, mi trabajo aquí ha terminado. He de irme; ha sido un día duro y necesito descansar, como supongo que todos los necesitareis. Hasta siempre, a todos. Por cierto, bonita casa.

Y, sin esperarse a que nadie le acompañara ni se despidiera de él, Greg se dirigió hacia la puerta del comedor silbando alegre una cancioncilla irreconocible. Segundos después, escuchamos la puerta de casa cerrarse tras él. Greg había salido de mi vida tan de repente como había entrado.

Estuvimos unos segundos así, en silencio, mirándonos unos a otros. Y entonces, de pronto, Julie estalló en una carcajada limpia, alegre, a la que pronto se unieron los demás.

-Pues… ahora sí que sí.-sonrió John a mi lado.-Felicidades, Bri. Te debo un regalo de verdad.

-¡Felices cuarenta y seis, mamá!-exclamó Matt abrazándose a mí, pletórico.

Pronto, todos se unieron a aquella retahíla de felicitaciones. Todo había pasado y estaban alegres. Todos, menos yo, que sólo podía dedicarles sonrisas a medias. Y es que, pese a que estaba feliz por estar allí con ellos, mi mente seguía dándole vueltas a la misma cosa: mis padres. Estarían destrozados. No se merecían eso. Nadie merecía una cosa tan horrible.

************************************

-Te quiero, mi vida.

John me dio un último beso en los labios antes de volverse a colocar en su lado de la cama, contento, relajado.

-Y yo a ti, John.-contesté acurrucándome contra él.

-Lo peor de todo ha sido tener esa certeza absoluta de que te perdía, esa sensación de que todo lo que había a mi alrededor se desmoronaba sin más.-susurró pasándome la mano por el pelo.-Han sido las peores horas de toda mi vida. No sé qué hubiera pasado si en realidad…

-No lo he hecho.-dije yo antes de que él pudiera acabar de pronunciar la última palabra, una palabra que, en realidad, era la última que quería escuchar en aquellos momentos. Al fin y al cabo, ya se había hablado lo suficiente de muerte en aquellas últimas horas.-Y sigo aquí, lo seguiré siempre.

-Así espero que sea, Bri.-sonrió él antes de darme un beso en el pelo.-No me hagas pasar por esto nunca jamás, ¿me oyes? Si lo haces y soy capaz de sobrevivir al ataque que me va a dar seguro, te juro que pido el divorcio.

Solté una risita divertida con la broma de John. Era genial ver como de nuevo volvía a ser el mismo de siempre.

-Tranquilo, no está en mis planes volver a repetir una escenita como ésta…-sonreí.-Además, tampoco sé de qué te quejas: digamos que ésta ha sido mi pequeña venganza contra ti por el susto que me hiciste pasar aquel 8 de diciembre de hace casi seis años y medio.

-¿Cómo…?-empezó a preguntar John sin entender a qué me estaba refiriendo. No obstante, pronto lo comprendió y, bajando la voz, añadió:-Bri… Jamás me lo habías dicho. Así que el día exacto era el 8 de diciembre de 1980.

Asentí todavía apoyada sobre su pecho desnudo.

-Nunca te quise decir el día exacto.-dije al fin.-A fin de cuentas, con una paranoica perdida ese día ya había más que suficiente.

-Pero tú sabías que no me iba a pasar nada…-sonrió John.-Todo cambió desde que nos conocimos, alteré mi destino.

-Bueno, sí, lo alteramos todo, pero no tuve la certeza exacta de que no iba a pasar nada hasta que no estuvimos a 9 de diciembre. Ya sabes que el destino puede ser muy caprichoso.

-Lo cierto es que sí.-murmuró John.-Sólo tú y yo sabemos cómo de caprichoso puede llegar a ser.

Nada más dijo eso, levanté mi cabeza de su pecho y le miré a los ojos, esbozando una sonrisa tierna.

-Es caprichoso como el que más.-susurré.-Pero me gustan sus caprichos. Gracias a ellos estoy junto a ti.

-A mí también me gustan. Y mucho.-me respondió él antes de pegar sus labios a los míos.

Volví a acurrucarme junto a él, dejándome abrazar, disfrutando más que nunca de su mero contacto físico. Y es que, cuando estás a punto de perder algo, después lo aprecias infinitamente más, aunque te parezca que hacerlo aún más que antes sea imposible. Cerré los ojos después de dedicarle mi última sonrisa del día. Afortunadamente, al día siguiente le podría dedicar muchas más. Y al otro. Y al otro.

Y entonces, lo recordé de nuevo. Mis sonrisas eran, a la vez, lágrimas de mis padres por haber perdido a una hija recién nacida. Aquello era injusto, muchísimo, y sólo aquel pensamiento sirvió para que en lugar de dormirme con una sonrisa, me durmiera llorando por dentro.

Aquella noche estuvo plagada de sueños intranquilos y llenos de una irremediable culpabilidad. Aquella, y muchas otras noches que le siguieron.






Lo prometido es deuda y aquí estoy yo de nuevo con el capi 19, que sé que el último que os colgué se acabó muy... de repente, jeje. 
Antes que nada, me gustaría aclarar un par de cosas sobre este capì "casi final" (porque ya sabéis que aún queda otro) que habéis leído. Cuando empecé el fic, si os soy sincera, no tenía ni idea de cómo podía resolver el problema que me había armado y, de repente, un pensamiento de una lógica aplastante se apoderó de mí: las dos Bri no podían convivir en un espacio de tiempo, imposible, pero en ningún momento se había dicho cuál de las dos iba a sobrevivir a todo este enredro. Es curioso, cuando pensé esto, me autoobligué casi a desechar la idea porque no me parecía (y continúa sin parecerme) nada ético ni de buen gusto el hecho de que el bebé haya sido el que "no haya pasado la prueba", por así decirlo. Y no, obstante, no se me ocurría para nada de qué otra manera podía acabar esto con lógica y sentido común, de hacer que las piezas encajaran todas, así que decidí seguir adelante con esta idea que me pilló tan de repente. Pese a todos los pesares, al final sí que me ha gustado cómo ha quedado, aunque quede bastante mal decirlo. Pero con todo esto, también entenderé que no os haya podido gustar este final, porque reconozco que con él he traspasado una línea roja que para mí en principio también era casi que infranqueable. No obstante, hablando a mi favor, he de decir que aún queda un capítulo, un capítulo que espero que sirva para resolver todo este embrollo que se ha armado, y no digo nada más porque hay gente muy avispada por aquí y seguro que adivinaría pronto cuáles son mis intenciones para el capi 20, jejeje.
Y por mí, nada más, que os aburriré al final con tantas divagaciones. Nos vemos en el 20 para despedirnos de Bri y los demás! Saludos y gracias por estar ahí! :)

domingo, 24 de noviembre de 2013

VUELO 937 Capítulo 18



Un año. Ése era precisamente el tiempo que había transcurrido desde el nacimiento de Alex. Durante ese período de tiempo, habían pasado infinidad de cosas, tanto a nivel personal como profesional y tanto a John como a mí.

Por una parte, los chicos habían decidido tomarse un descanso como grupo. Era curioso: en ningún momento se había hablado de ruptura, cosa que a mí, sabiendo lo que sabía, me había extrañado muchísimo. Simplemente querían tomarse un tiempo, probar con sus carreras en solitario y desintoxicarse un poco del viciado aire que se respiraba en el seno de The Beatles. Como ellos mismos habían dicho, eran unas vacaciones, un merecido descanso después de tantos años juntos y que era completamente necesario para evitar que las relaciones personales entre ellos acabaran peor que mal. Y nadie, absolutamente nadie, quería eso. Al fin y al cabo, eran cuatro amigos que habían compartido muchísimas cosas juntos y era una lástima que su relación acabara echándose a perder por culpa de asuntos meramente profesionales.

Por otra parte, Clare Simons había dejado de existir, al menos como personaje anónimo y sin rostro. No, no había sido un accidente el hecho de que hubieran descubierto que yo estaba detrás de esa misteriosa escritora que hacía unos meses había sacado su primera novela a la luz. Fue, simple y llanamente, fruto de una maniobra de marketing llevada a cabo por Tom Maschler, pese a que a mí aquello no me hiciera demasiada gracia. Según él, la novela era buena y no merecía el poco tirón que estaba teniendo en su primera edición. En un principio, intenté convencerle de que para mí estaba teniendo las suficientes ventas y de que el hecho de ya se estuviera a punto de agotar aquella primera edición a las pocas semanas de salir a la venta, suponía ya un éxito redondo. Bien, pues para mí era un éxito redondo, pero para él, no. Así que, sin tener en cuenta mis protestas iniciales me organizó una rueda de prensa ante los medios especializados en literatura para desvelar mi identidad bajo la excusa de un acto promocional. Bonito revuelo se armó cuando me vieron aparecer, acompañada por un John que no se lo había querido perder por nada del mundo, en aquel salón de actos de un conocido hotel de Londres, el lugar elegido para aquella rueda de prensa. No hace falta ni siquiera decir que las ventas de mi novela se dispararon a partir del día siguiente con la consiguiente satisfacción de Maschler y mi creciente fastidio. De hecho, me preguntaba a mí misma sin descanso cuántas de esas fans de The Beatles que se habían comprado el libro se lo habrían leído en realidad.

Pero, pese a toda esa maraña de acontecimientos, lo que más nos había cambiado la vida durante ese año había sido sin duda aquel pequeño terremoto en miniatura que teníamos por hijo. Contra todo pronóstico, John y yo nos habíamos acostumbrado rápidamente al papel de padres. Tal vez, lo único que habíamos llevado peor era el hecho de no ser capaces de dormir de tirón ni una sola noche, en especial durante los primeros meses de vida de Alex. Por lo demás, todo estaba genial, hasta tal punto que nuestros amigos se extrañaban al vernos tan metidos en nuestro papel de padres, en especial al ver a John. Quizá nadie había esperado en su vida que aquel bala perdida que había sido durante tanto tiempo fuera capaz de ponerse una máscara de responsabilidad cuando tenía al niño cerca. Pero, pese a eso, seguíamos siendo los mismos de siempre y nuestra relación no había cambiado en absoluto. Era bonito ver como Alex crecía acompañada por alguien como John.

Y con todo aquello sobre nuestras espaldas, allí estábamos los dos aquella mañana fría de principios de febrero en nuestra casa, arreglándonos para dar lo que iba a ser el segundo gran paso que íbamos a dar juntos: casarnos. Iba a ser una ceremonia íntima que sólo iba  a contar con la gente más cercana a nosotros, en un juzgado a las afueras de Londres. De hecho, ni siquiera esperábamos celebrarlo después por todo lo alto: simplemente íbamos a hacer una pequeña reunión en casa para comer y ya. Y es que tampoco tenía mucho sentido el ponerse a celebrar a íbamos a iniciar nuestra vida juntos cuando ya llevábamos viviendo juntos desde hacía más de año y medio y teníamos hasta un hijo en común.

-John, por favor, deja a Alex tranquilo y cámbiate, ¿quieres?

Pese a que la petición de por sí pudiera llegar a parecer seca, lo cierto era que la había hecho sonriente, intentando a toda costa no ponerme a reír allí mismo al ver la escena que tenía lugar delante de mis narices. Y es que, allí sobre nuestra cama, estaba John con el pijama aún puesto y con el niño al lado, haciéndole a Alex todo su amplísimo repertorio de caras extrañas y provocando que el niño no parara de reír a carcajada limpia.

-Sí, sí, ahora.-dijo él volviéndose hacia mí.-Pero espera un segundo… Vamos, Al, muéstrale a mamá cómo pones una cara fea.

Alex me miró unos segundos y, a continuación, arrugó la frente y abrió la boca en una mueca de lo más graciosa. Aquello hizo que inmediatamente me pusiera a reír y, sin poderlo resistir más me acerqué hacia ellos, agarré al niño en brazos y le di un sonoro beso en la mejilla que hizo que él soltara una risita.

-Hay que ver mi niño qué guapo es.-le dije antes de darle otro beso. Y otro. Y otro.

-Lo vas a gastar a besos.-rió John poniéndose en pie y plantándose a nuestro lado.-Por cierto, que a mí no me das tantos, ¿eh?

-¿Celoso, Johnny?-pregunté divertida mirándolo.

-Tal vez…

Solté una risita antes de acercarme un poco más a él y darle, sin soltar a Alex, un beso en los labios.

-A ti también te encuentro de lo más guapo.-le dije cuando nos separamos.-¿Contento ahora?

-La verdad es que así está mejor, muchísimo mejor.-me sonrió él.-Por cierto, ¿a qué venían tantas prisas? Cualquiera diría que te tienes que casar o alguna cosa de ésas…

No pude evitar soltar una carcajada ante la broma de John. No obstante, aquel comentario hizo que, de nuevo, con tan sólo oírlo nombrar, volvieran a apoderarse de mí aquellas mariposas que desde hacía varios días había sentido cada vez que pensaba en la bosa. Vale, no iba a ser como la boda real, pero era mi boda al fin y al cabo y, por humilde que fuera, tenía todo el derecho del mundo a ponerme nerviosa.

-¿Puedes creerte que estoy hecha un flan de puros nervios?-le pregunté a John.

-Si te digo la verdad, yo también estoy así con todo esto…-contestó él con suavidad.-Es una tontería porque ya llevamos viviendo juntos de ya hace tiempo, pero… ya ves.

-Estamos hechos un par de tontos, Johnny.-bromeé yo sentando a Alex de nuevo sobre la cama.-Anda, cariño, espérate ahí sentadito mientras papá y mamá se cambian.

Pese a que al principio protestó porque lo había dejado, pronto olvidó su pequeña rabieta cuando le acerqué el peluche con el que había estado jugando toda la mañana.

-¿Ves, Al?-dijo John mirándolo, aunque el niño, entretenido como estaba, ni siquiera levantó la cabeza.-Por fin vas a tener unos padres casados como la gente normal. Dejaremos de vivir en pecado.

-Hay que ver que tontaina que estás hecho…-reí yo dándole un manotazo cariñoso en el brazo.-Vamos, pecador, vistámonos o vamos a llegar tarde a nuestra propia boda.

**************************************

Apenas cabía un alfiler en la sala del juzgado. No es que hubiera mucha gente, sólo los más allegados, pero aquello era tan pequeño que, con poco, estaba lleno.

Pese a todo, los otros tres Beatles habían venido a la boda. Y es que, desde que habían dejado de trabajar juntos, las cosas parecían mucho mejor entre ellos, lejos del fantasma de las discusiones en el estudio de grabación. Ellos tres, junto con Rachel, Lisa y una ya visiblemente embarazada Anna, observaban aquella escueta ceremonia en silencio y sonrientes. A su lado, Mimi y unos cuantos más, como Mal, Neil y las medio hermanas de John, hacían lo mismo.

Y mientras, allí estábamos John y yo, escuchando aquella perorata que nos estaba soltando el juez de paz que nos estaba casando. Bueno, en realidad, por lo menos en mi caso y seguramente también en el de John, fingíamos que escuchábamos, pues los dos estábamos más pendientes de los intentos de Alex por zafarse de Anna y hacer de las suyas que de otra cosa.

De repente, el apretón de mano que me dio John hizo que volviera a fijar mi atención en lo que estaba diciendo el juez. Efectivamente, casi en el momento justo en el que volvía a poner mis cinco sentidos en escuchar, el hombre empezó a pronunciar con voz mecánica unas de las palabras más cruciales de toda mi vida.

-John Winston Lennon, ¿aceptas a Briseida Vila Martínez como legítima esposa?

Instintivamente, volví a mi cara hacia John y lo miré, sonriente. Él, por su parte, me dedicó una mirada cargada de amor antes de contestar.

-Sí, acepto.

-Y tú, Briseida Vila Martínez, ¿Aceptas a John Winston Lennon como legítimo esposo?

Sólo dos palabras. Eso era lo que me separaba de estar casada con la persona que me hacía feliz. Volví a clavar mis ojos en los suyos, intentando transmitirle así todo lo que estaba sintiendo en esos momentos. Sonreí.

-Sí, acepto.

No dejé de mirarle durante un solo segundo cuando dije eso. Tampoco lo hice cuando por fin el juez nos declaró con voz monótona marido y mujer. John tampoco lo hizo. Los dos estábamos demasiado absortos el uno con el otro como para mirar al juez en aquellos momentos.

Y entonces, con cuidado, John se inclinó hacia mí y me dio un beso tierno e inmensamente largo ante todos los allí presentes.

-Te quiero mucho, mi Bri.-susurró cuando despegamos nuestros labios.-Y siempre, siempre lo haré.

******************************************

Jueves, 9 de abril de 1987
Londres

“Te quiero mucho, mi Bri. Y siempre, siempre lo haré.”

No supe si en realidad John me acababa de decir aquello o era sólo un potente recuerdo que resonaba en mi mente. Reconocí la mano de John acariciándome la cara, con suavidad. Tal vez sí que lo había dicho en realidad. Tal vez había repetido, tantos años después, aquellas palabras exactas que tanto significaban para mí. Algo me decía que sí, que lo había hecho.

Aunque pueda parecer mentira, aquellas palabras y aquella leve caricia, me dieron fuerza, una fuerza que a aquellas alturas yo ya consideraba perdida del todo. Y así, incluso sorprendiéndome a mí misma, abrí los ojos lentamente.

-¡Mamá!

Julie fue la primera que soltó aquel grito de sorpresa al que pronto se le unieron Matt y Alex.

Lo primero que vi fue la cara de John delante de mí. Tenía los ojos tojos, llorosos, como nunca antes se los había visto, pero, aún así, se las ingenió para dedicarme una sonrisa sincera.

-Bri, cariño… Estás despierta.

Sólo pude apretarle un poco la mano que sostenía la mía a modo de respuesta. Abrir los ojos, al parecer, había consumido ya todos mis recursos. A continuación, miré a mi alrededor. Julie, Alex y Matt estaban al lado de su padre; Matt evidentemente deshecho, Julie y Alex un poco más enteros aunque los conocía lo suficiente como para saber que ya no podrían estar más rotos por dentro. Un poco más apartados, en un discreto segundo plano, Rich y Anna, abrazada a él, triste, junto con sus hijos. Y en el sillón individual de la esquina, como siempre, Greg, quien observaba todo aquello serio y sin mediar palabra, como si estuviera viendo una película que no acabara de ir del todo con él.

Aquella imagen, verlos a todos tan hechos polvo, me entristeció muchísimo. Vale, de acuerdo, era reconfortante ver como las personas a las que más querías en el mundo estaban a tu lado en ese momento; pero, por otra parte, odiaba verlos sufrir de ese modo. Era una cosa que me hacía sentir sumamente impotente puesto que yo nada podía hacer por remediarlo. El destino era así de cruel.

Aún estaba pensando en todas aquellas cosas cuando, de repente y sin decir ni una palabra, Julie se acercó hacia mí, se inclinó y se fundió en un torpe abrazo conmigo. Casi en el acto, Alex y Matt la imitaron. Sentir su contacto justo en aquellos últimos momentos me emocionó. Mis niños, los tres, cada uno diferente entre sí pero igual de especial para mí. Mis niños a los que iba a echar tremendamente de menos allá donde fuera. Un par de lágrimas rebeldes cargadas de sentimiento se me escaparon rodando mejillas abajo mientras los cuatro permanecíamos fundidos en aquel abrazo que parecía eterno.

Perdí la noción del tiempo en aquel instante: ni siquiera sé cuánto tiempo pasamos así, si fueron segundos o minutos, hasta que los chicos, poco a poco se fueron se fueron separando de mí lentamente.

Aún me dio tiempo a mirarles detenidamente, a todos. También a Anna, a Ringo y a sus hijos. También a Greg. Y, por supuesto, también a John, quien se inclinó hacia mí y me dio un suave beso en los labios.

De repente, cuando apenas le había dado tiempo a separar su boca de la mía, volvió a ocurrir. De repente, mi cuerpo se sacudió de arriba a abajo en un violento espasmo. Dolor, dolor y más dolor, aquella vez más fuerte y más intenso que las otras veces. Abrí los ojos como platos, hasta tal punto que llegué a temer que se me salieran de las órbitas. Era como si me rompiera en mil pedacitos por dentro, era como si alguien estuviera partiendo mis órganos en dos. Oxígeno. Necesitaba oxígeno. Abrí la boca, histérica, intentando agarrar aire. No lo conseguí. Sin ni siquiera pretenderlo, un gemido agónico y lastimero salió de ella antes de que otro espasmo hiciera que mi cuerpo volviera a sacudirse violentamente en el sofá.

Y entonces cerré los ojos y todo cesó.

Aún pude escuchar un grito agudo a lo lejos, aunque no pude prestarle la menor atención. El dolor había cesado por completo. Me sentía bien, tranquila y en paz conmigo misma. Aquello era como estar flotando sobre un mar de calma aunque lo único que podía ver ante mí era… la oscuridad.




En primer lugar, entenderé a la perfrección si como lectoras de esto os organazáis y decidís hacer una expedición a mi casa para lincharme por haberos dejado así. Lo entiendo y lo comprendo, jajajaja. No obstante, antes de que agarréis las armas y todo eso, dejadme decir una cosa: JURO SOLEMNEMENTE QUE SUBIRÉ MUY PRONTO EL CAPÍTULO 19, de verdad. Mejor así? Bueno, pues mejor también para mi integidad física... :P
Bien, vale, ya, me dejo de decir pavadas y me pongo un poquitín más seria. Este capi en particular me costó escribirlo, sobre todo la parte final, en la que ha pasado lo que ha pasado. Espero que no se note mucho y que, pese a todos los pesares, hayáis disfrutado leyéndolo (si es que se puede disfrutar con esto, claro).
Por mí prácticamente que nada más antes de despedirme, sólo agradecer muy sinceramente a las lectoras que permanecéis ahí fieles leyendo esto y muy especialmente a mis comentaristas: Mane, María (alias La Rebelde :P ) y Ximm. Sé que lo he dicho muchas veces, pero para mí es un aliciente muy importante.
Y  bien, ya me dejo de incordiar y me despido ya de verdad. Un abrazo y un saludo a todas! Muaaa! :D

lunes, 18 de noviembre de 2013

VUELO 937 Capítulo 17



-Bri, ¿te encuentras bien?

Pese a que la pregunta de Rachel me había pillado por sorpresa, levanté la cabeza y le dediqué una sonrisa tranquilizadora.

-Sí, tranquila…-dije.-No es nada.

-¿Se ha movido?

-No, qué va.-sonreí acariciándome la barriga.-Hace semanas que no lo hace, ya no tiene espacio. Ha sido sólo un pequeño dolor.

-¿Qué? ¿Dolores?-casi exclamó ella.-¡Bri! No me digas que…

-Tranquila, no estoy de parto.-reí.-El ginecólogo dice que es completamente normal durante el último mes de embarazo.

-Pero tú ya no estás en el último mes, Bri. Tú ya has cumplido, así que...-dijo Anna apareciendo de repente a nuestro lado. Traía dos humeantes tazas de té, una de las cuales puso sobre mi mano sin ni siquiera preguntármelo.

-¿Y esto?

-Bébetelo. Te vendrá bien.

-¿Y si no lo hago?

-Briseida.

-Vale.-reí al ver la expresión severa que me acababa de dedicar.-Me lo beberé.

Di un sorbo a mi taza: aquello estaba realmente bueno. Anna tenía razón cuando me había dicho que me haría bien.

-Así que acabas de tener un dolor…-masculló ella.-Mira que como te pongas de parto de verdad…

-Tranquilas, que no es nada… Parece que la paranoia de John con los dolores se os ha contagiado, ¿eh?-les dije en tono de broma.-Llevo así desde hace dos semanas y no pasa nada.

-Pero alguna vez tendrá que pasar.-dijo Anna dedicándome una mirada divertida.-No querrás tener al bebé ahí dentro toda la vida, ¿no?

-¡Pero hay que ver qué bestia eres!-reí.-¿Os imagináis que justo fuera a nacer hoy?

-Sería mortal.-rió Rachel.-Con la cantidad de días que hay y tendría que ir a nacer el día justo en el que los chicos deciden montar lo que han montado.

-La verdad es que sería hasta gracioso.-añadió Lisa con su timidez habitual.-Precisamente el día en el que ellos deciden hacer un concierto después de tanto tiempo sin hacer ni uno…

-Si a eso de subirse al tejado y empezar a tocar se le puede llamar concierto, vamos.-añadió Anna con ironía.-Si es que los chicos estos tienen unas ideas que déjalas ir…

-A ver qué tienes que decir tú de nuestras ideas, Anna.

Las cuatro nos giramos en dirección a la puerta. George acababa de aparecer por allí luciendo una gran sonrisa a la vez que nos miraba divertido.

-Pues digo lo que me da la gana, Hari, que para algo os tengo confianza.-le contestó ella resuelta haciendo que las otras tres empezásemos a reír con  aquel comentario.-¿Cómo lleváis los preparativos?

-Bien.-dijo él.-Hemos conseguido organizarlo más o menos todo sin que hayamos acabado cortándonos la cabeza unos a otros.

Solté un suspiro entre molesta y preocupada cuando escuché aquello. Sabía perfectamente a lo que se estaba refiriendo George y no me hacía ni pizca de gracia. La tensión entre los chicos, sobre todo entre John y Paul, era más que evidente desde hacía un tiempo. No se entendían, o no querían entenderse, en ningún aspecto y aquello, obviamente, acababa repercutiendo en nuestra vida privada. No, no era que John estuviera mal conmigo, simplemente era que estaba mucho más nervioso de lo habitual, pensando siempre en lo mismo y mucho más afectado por el cambio en su relación con Paul de lo que él mismo quería reconocer. Necesitaban un descanso, alejarse por un tiempo el uno del otro para volver después a retomar la relación, o iban a acabar francamente mal. No hacía falta ser muy lumbreras para ver eso con claridad meridiana. Y después, cómo no, también estaban George y Ringo que parecían ya más que hartos de estar perpetuamente bajo la inmensa sombra que proyectaba la firma Lennon/McCartney. La culpa de todo, así pues, no la había tenido Yoko Ono como muchos en aquel futuro del que yo venía creían. En realidad, ni había culpables ni había inocentes en todo aquello: estaban quemados después de pasar tantísimo tiempo juntos, se les notaba, y en aquellos momentos estaban más pendientes de sus vidas personales y de desarrollar por libre sus estilos que del grupo en sí.

-¿Te encuentras bien, Bri?-me preguntó el chico cuando vio mi expresión de preocupación.

-¿Por qué todos me preguntáis lo mismo?-sonreí.-Estoy perfectamente, tranquilo.

-No sabes el alivio que me das. Por un momento había creído que…

-Me iba a poner de parto aquí mismo, sí.-acabé yo la frase con él con ironía.-Como todos. ¿Qué manía os ha entrado con eso ahora?

-Te vuelvo a recordar que ese bebé ha de salir en un momento u otro, Bri.-recalcó Anna de nuevo.

-Pero no hoy.-contesté negando divertida con la cabeza y poniéndome en pie.-Por cierto, ¿dónde está John?

-En el estudio peleándose con las cuerdas de la guitarra antes del gran evento.-respondió George.

-Iré a hacerle la visita.-sonreí.

-¿Te acompañamos, Bri?

Me volví hacia Rachel y solté una risita entre dientes, divertida.

-¿Por qué? ¿Por si me pongo de parto en los pasillos de Apple?

Todos los que estaban allí, incluida la propia Rachel, rieron con el comentario. Salí de allí después de eso, cediéndole la silla que hasta pocos minutos antes había estado ocupando al lado de Lisa a George y me dirigí al estudio, que estaba casi al lado.

La puerta estaba entreabierta y el murmullo de una conversación a media voz llegaba hasta mí. Abrí, sin más, y me quedé mirando adentro durante unos segundos, sonriente: Ringo, Paul y John, quien efectivamente estaba tensando las cuerdas de la guitarra de lo más concentrado, estaban allí dentro,  tranquilos. Por un momento incluso me pareció que las cosas entre ellos jamás habían dejado de ir bien.

-Hola, chicos.

Los tres se volvieron hacia mí. Paul y Ringo me dedicaron una sonrisa y me devolvieron el saludo. John, por su parte, dejó la guitarra a un lado y vino hacia mí, sonriente.

-Ey, preciosa…-me saludó antes de darme un beso en los labios y de pasarme la mano por la barriga.-¿Qué tal estás?

-Bien.-le contesté.-Aburrida mientras espero a que unos tipos hagan un concierto en el tejado.

John soltó una risita entre dientes.

-No creo que te esperes mucho más.-dijo.-Vamos a subir en nada.

-Nos han dicho que ya lo han montado todo.-intervino Ringo.

-Y también nos han dicho que hace un frío que pela.-añadió John mirándome de nuevo.-¿Estás segura que quieres subir?

-¿Y perdérmelo? Ni de coña.

-Ni siquiera te voy a insistir en lo contrario, cabezota.-rió él rodeándome con su brazo. Después, acercando su boca a mi oreja, susurró:-Y no voy a negar que me hace ilusión que nos veas. Espero que todo salga bien.

Por toda respuesta, me volví hacia él y le di un beso en la mejilla, cariñosa. Aquella era mi particular manera de decirle que, por supuesto, todo iba a salir a pedir de boca. Aquel día, sin lugar a dudas iba a ser un día muy especial.

**********************************

Aquella vez, mientras sonaban los últimos compases de Dig a Pony allí en la azotea, ni siquiera fui capaz de disimular una mueca de dolor intenso. Hacía frío y viento, muchísimo, y los chicos tocaban ante el asombro de decenas de vecinos y transeúntes que pasaban por la calle a los que no podíamos ver desde donde estábamos. No todos los días se asistía por sorpresa a un concierto de The Beatles, aunque al parecer algunos no estaban demasiado contentos con aquello y habían llamado a la policía, que acababa de aparecer por la puertecilla que daba acceso a la azotea para la consiguiente sorpresa y, por qué no, diversión, de todos. No obstante, y pese a todo el espectáculo que se estaba montando a mi alrededor, yo no podía prestar la más mínima atención a nada que no fueran mis contracciones cada poco tiempo, dolorosas como hasta nunca antes las había tenido. La primera de todas se había producido poco antes de subir a la azotea con los chicos. Afortunadamente, aquella primera e intensa contracción me había pillado en el baño, así que nadie pudo ver mi gesto de dolor cuando se produjo. Pude salir al cabo de unos minutos, aún sintiendo cierta molestia, pero ya recompuesta e intentando convencerme a mí misma de que sólo había sido una contracción aislada y sin importancia. Pero no, me equivoqué. Después de subir arriba y de sentarnos, otra intensa contracción me sobrevino. Y no fue la última. No sabía cada cuántos minutos se me sucedía una nueva, pero sabía que era cada muy poco tiempo; demasiado poco tiempo. Y es que, a cada poco más de una canción, el dolor se apoderaba de mí, cada vez con más intensidad, como aquella última que acababa de tener con la que no pude evitar lanzar un fuerte suspiro a la vez que me agarraba la barriga, dolorida y muerta de miedo a la vez.

-¡Bri!

Anna, a mi lado, me puso la mano en el brazo. Yo no fui capaz de responder, ni siquiera de volver la cabeza y mirarla: simplemente me quedé mortalmente seria con la mirada fija al frente mientras los chicos empezaban con Get Back.

-Por lo que más quieras, Briseida.-insistió.-No me jodas… ¿Qué te pasa?

-Sí te jodo.-respondí yo al cabo de unos segundos cuando el dolor hubo remitido levemente.-Tengo contracciones.

-¿Que tienes… qué?-gritó ella haciendo que Lisa y Rachel, que también estaban a nuestro lado se giraran de repente. Afortunadamente los chicos no se enteraron absolutamente de nada: estaban demasiado concentrados con su canción y con la policía.-Oh, mierda… ¿desde cuándo?

-¿Qué le pasa?-quiso saber Rachel inclinándose hacia nosotras.

-Bri tiene contracciones.-aclaró Anna por mí haciendo que tanto Rachel como Lisa se me quedaran mirando casi con la boca abierta.-Bri, insisto, ¿desde cuándo las tienes?

-Desde poco antes de subir aquí. Y son bastante regulares y cada poco tiempo…

-¡Ja! ¡La que decía que no se iba a poner de parto en los pasillos de Apple!

-Y no he mentido…-me las ingenié para sonreír.-No lo he hecho en los pasillos, lo he hecho en el tejado.

-Y encima graciosilla…-masculló Anna entre dientes.

-Deberíamos parar esto.-sugirió Lisa mirando de reojo hacia los chicos.-Avisar a John y…

-No.-le corté yo.-Esperad. Con la poli ahí van a acabar pronto, así que…

-Pero Bri…

-Anna, esperad al menos a que acabe la canción, ¿vale?-le dije lanzándole una mirada suplicante-Por favor…

Ninguna de las chicas osó a contestarme nada. Simplemente me lanzaron una mirada significativa cargada de nerviosismo antes de volver de nuevo la vista hacia los chicos. No obstante, Anna no me quitó para nada su mano del brazo. Aún dolorida por la intensidad de la última contracción, intenté fijar mi atención sin demasiado éxito en ellos, quienes acabaron con la canción a los pocos segundos. Efectivamente, tal y como había previsto, dejaron de tocar en el acto, dando así por concluido aquel extraño concierto. Haciendo un monumental esfuerzo, me las arreglé para dedicarle una sonrisa a John cuando se volvió hacia nosotras mientras aplaudía. Lo miré mientras se descolgaba la guitarra y la dejaba sobre el suelo durante unos instantes que se me hicieron eternos. Después, sonriente y pletórico, se acercó hacia nosotras junto con George.

-Al parecer no nos van a detener al final…Una lástima.-dijo divertido mientras caminaba hacia nosotras.-¿Qué os ha parecido, chicas?

-Genial.-contestamos las cuatro casi al unísono.

John se acercó hacia mí y se agachó para darme un suave beso en los labios.

-¿Qué tal, preciosa?-preguntó.

Yo le dediqué una mirada entre asustada y nerviosa.

-¿Bri?-preguntó John preocupado.-¿Qué…?

-John, cariño…-le interrumpí yo antes de que él ni siquiera pudiera acabar de formular la pregunta.-Creo que deberíamos irnos al hospital.

-¡¿Cómo?!-exclamó él haciendo que todos los que estaban allí se volvieran para mirarnos, incluidos los agentes de policía.-Bri… ¿Me… me estás diciendo que…?

-Eso me temo.-contesté.-Creo que estoy de parto.

**********************************************

Jueves, 9 de abril de 1987
Londres

-Veinte minutos.

La voz de Greg me sonó lejana, como si estuviera a muchísimos metros de distancia. Estaba allí tumbada aún en el sofá, más inconsciente que consciente a causa del inmenso dolor que sentía. Hacía ya un buen rato que habían dejado de ser ataques separados entre sí para pasar a ser un dolor continuo, insoportable, como si un experto torturador fuera pinchando con un punzón afilado todos y cada uno de mis órganos vitales, poco a poco y con la destreza y la crueldad suficientes para evitar que perdiera el conocimiento por completo y alargar deliberadamente mi agonía. De este modo, aún era consciente más o menos de lo que pasaba a mi alrededor. John seguía a mi lado, sin dejar de acariciar mi cabello o de secarme el sudor que empañaba mi cara. Greg también estaba allí, controlándolo todo, sobre todo el tiempo. Veinte minutos, había dicho. Y no hacía falta ser especialmente inteligente ni estar plenamente consciente como para saber que se estaba refiriendo al tiempo que me quedaba de vida. Y, pese a la dureza de la afirmación, yo ni siquiera pude abrir los ojos ni tratar de esbozar ningún gesto. Estaba demasiado débil para eso.

De repente, el ruido de la puerta al abrirse rompió el silencio sepulcral que se había hecho en la estancia.

-¡Que no!-exclamó Matt de repente.-¡Voy a entrar! ¡No puedo..!

-Matthew, escucha, no creo que…

-No, tía Anna.-intervino Julie.-Matt tiene razón. Yo también quiero entrar y…

-Yo también quiero estar con ella.-susurró Alex.-Por favor.

-Pero chicos, no…-empezó a decir Ringo.

Pude percibir como John dejaba de acariciarme el pelo durante unos instantes y también como se ponía en pie. Yo, sin embargo, pese a que me hubiera encantado poder decir algo ante aquella situación, no pude ni siquiera moverme.

-Anna, Rich.-dijo John de repente con voz entrecortada.-No pasa nada. Si quieren… dejadlos.

No hubo respuesta alguna, sólo el ruido de unos pasos acelerados y nerviosos que se acercaban hasta mí. Pocos segundos después, noté el contacto cálido de una mano sobre la mía.

-Mamá…-empezó a susurrar Matt. Por su tono de voz supe enseguida que estaba llorando.-¿Me oyes?

Sacando las pocas fuerzas que aún me quedaban, apreté levemente mi mano sobre la suya a modo de respuesta, incapaz de hacer nada más.

-Ha… ha movido la mano.

-Entonces sí que nos oye.-dijo Julie muy cerca de mí. Su voz también estaba rota, como la de su hermano pequeño.-Mamá… Sé fuerte, ¿vale?

Fuerte. En aquellos momentos aquella palabra tenía un significado tan difícil para mí… De nuevo, el contacto de una mano, esta vez sobre mi cara, volvió a pillarme por sorpresa. Supe casi en el acto que era Alex: la mano era demasiado grande para ser la de Julie o la de Matt y era más suave que la de John, que tenía aquellos característicos callos en los dedos de tocar la guitarra.

-Te queremos…-susurró el chico al cabo de unos segundos.-Y siempre lo haremos.

Nada más oír a su hermano, Matt dejó caer su cabeza sobre mi pecho y empezó a llorar como el niño que en realidad era. Pese a que no pude abrir los ojos ni hacer nada más aparte de escuchar lo que pasaba a mi alrededor, supe inmediatamente que él no era el único que estaba llorando. En realidad, hasta yo estaba llorando por dentro.

**************************************

Miré a Alex de nuevo por enésima vez esbozando una sonrisa cargada de amor. Jamás había sentido nada igual, jamás había creído que tener a esa criaturita en mis brazos iba a inundarme de tantísima felicidad. Con cuidado, pasé la mano por la carita del bebé, quien se removió levemente, aunque sin llegar a despertarse del todo.

-Es la cosita más bonita que jamás he visto…

Me volví hacia John y le dediqué una sonrisa tierna: yo también pensaba lo mismo.

-Aunque la madre también es la más bonita del mundo.-añadió devolviéndome la sonrisa y pasándome la mano por la cara, con cariño.

-El padre a veces es un poco cabezota, pero bueno, también es un encanto.-bromeé yo haciendo que él soltara una risita entre dientes.

En aquel momento, Alex se removió inquieto de nuevo entre mis brazos y abrió sus ojitos de repente, despertándose ya definitivamente. No obstante no se puso a llorar, simplemente se quedó mirándonos a su padre y a mí, tal vez hasta curioso.

-Ey, campeón…-susurró John mirándolo.-¿Quieres venir con papá?

-Sostenle la cabecita con cuidado… Así.

John agarró al niño en brazos antes de acercar su cabeza a su boca y darle un beso cargado de ternura. Los miré a los dos sintiendo como una oleada de ternura me embargaba. A decir verdad, a John no le quedaba nada mal el papel de padre. Sólo había que ver cómo miraba al niño y lo contento que parecía con todo aquello para comprender en el acto que la decisión de haber tenido a nuestro hijo había sido un acierto total.

-¿Sabes, Bri?-dijo él de repente levantando la mirada y clavándola en mis ojos.

-¿Qué, John?

-Pues que…-empezó a decir sonriente.-Hemos dado un paso muy importante con Alex, tal vez el más importante que haya dado en toda mi vida…

-Creo que puedo decir lo mismo.-sonreí mientras él se sentaba en el borde de mi cama con el bebé en brazos.

John me miró a los ojos y sonrió.

-¿Y no crees que si hemos sido capaces de hacer esto no deberíamos atrevernos con algo más?

Le dediqué una mirada extrañada. No sabía a qué se refería para nada. Ni siquiera su sonrisilla me dejaba adivinar cuáles eran sus intenciones.

-John… Si ese algo más a lo que te estás refiriendo es a tener otro…-me permití bromear con una sonrisilla.-Olvídalo. Al menos, de momento.

-¡Ey, no!-rió él.-No me refería a eso… por ahora. Creo que primero nos deberemos de aclarar con Alex…

-¿Y entonces?

Otra vez, John me dedicó una sonrisa, aquella vez más tierna que todas las anteriores.

-Bri, casémonos.

Había dicho aquello tan de repente que me quedé mirándolo, pasmada, sin ni siquiera reaccionar. Él simplemente se acercó y, con cuidado puesto que aún tenía a Alex en brazos, me plantó un beso suave y dulce en los labios.

-John…-murmuré.

-Si quieres podemos esperar a que Alex sea un poco más mayorcito.-sonrió él.-Pero… Bri, te quiero y quiero casarme contigo. ¿Tú qué dices?

Le dediqué una mirada cargada de amor a la vez que pasaba la mano por su cara, sonriente.

-Claro que sí, Johnny.-contesté.-Por supuesto que quiero casarme contigo.






Capi 17! Un capi que a mí personalmente me resultó bastante entretenido escribirlo, así que espero que a vosotras también os haya gustado :D 
Bien, a partir de ahora, los acontecimientos se van a  acelerar, por así decirlo. Ya vereis el rumbo que toman las cosas... muejejeje.
Y bueno, como siempre, gracias por estar ahí!
Saludos y hasta el próximo!